¿Empiezas una carrera?, ¿quieres hacer amigos rápidamente o llevarte bien con tus profesores? Pues pon en práctica tus habilidades sociales.
Inicios y nervios
Al empezar una carrera es lógico que sintamos cierta ansiedad. Aunque estemos contentos con el grado que vamos a cursar o nos hayan aceptado en la facultad que queríamos, será una época de grandes cambios en nuestra vida.
Dejamos atrás la sencilla rutina del instituto y entramos en las ligas mayores y, a veces, la universidad impone. Bien sea por la solemne antigüedad de los edificios, bien por los enormes campus ultramodernos, por sus estatuas o su tecnología, en el momento que entramos por primera vez en nuestra facultad percibimos claramente que las cosas han cambiado.
Vamos a tratar con gente nueva e incluso algunos viviremos en ciudades nuevas en las que no conoceremos a nadie y los profesores de universidad no se parecen en nada a los profesores de instituto. Si no nos creéis, esperad a recibir la primera clase de una catedrática de cualquier materia, que es una eminencia a nivel internacional y que os trata de usted. Hay gente que sin decirnos nada, consigue por fin que nos sentemos en clase con la espalda recta. Si todo esto no nos pone algo nerviosos, entonces es que somos de goma.
Lo cierto es que, pasado el susto inicial, las universidades son como cualquier otro centro de estudios y, poco a poco, aprendemos a relajarnos y a entender su idiosincrasia.
Cuidar la primera impresión
Todos lo sabemos: la primera impresión que damos es importante y, si queremos entrar con buen pie y facilitarnos el camino, hay ciertas habilidades sociales que debemos trabajar. No se trata de convertirnos en personas que no somos, se trata de entrenar algunas herramientas que van a sernos de gran utilidad a lo largo de toda nuestra vida, ¿qué mejor momento para practicar y aprender cosas nuevas que al comienzo de nuestra carrera?
Habilidades sociales
Las habilidades sociales no son algo desconocido o difícil de aprender. Lo cierto es que llevamos usándolas con mayor o menor tino durante toda nuestra vida. El psicopedagogo, escritor y profesor universitario de la UNED Juan Vaello Orts define las habilidades sociales como «el conjunto de capacidades para emitir conductas eficaces en situaciones interpersonales con la finalidad de obtener respuestas gratificantes de los demás. El carácter plural del término indica que se trata de un concepto que engloba destrezas específicas aplicables a diferentes situaciones de intercambio social».
Por lo tanto, lo que debemos entender es que no nacemos con estas destrezas, sino que las vamos adquiriendo y perfeccionando con el tiempo y que cualquiera, por muy tímido que sea o por muy mal que se le dé solucionar conflictos, puede entrenar sus habilidades sociales y obtener grandes beneficios personales.
Habilidades sociales básicas
Algunas de estas herramientas nos las han enseñado desde pequeños de forma reiterada: pedir las cosas por favor y dar las gracias, saludar con cortesía, presentarnos adecuadamente y presentar a otros, comer siguiendo ciertos protocolos, escuchar lo que se nos dice, hacer preguntas…
Son modos de comportamiento básico que facilitan la convivencia en sociedad. Pero hay algunas habilidades sociales que no son tan sencillas.
Iniciar una conversación, por ejemplo, puede ser fácil para algunas personas y un auténtico infierno para otras. Si somos del segundo grupo, trabajar en esa característica nos irá genial para hacer amigos con mayor facilidad o sentirnos más cómodos en actividades grupales.
Con ensayar algunas fórmulas básicas y practicarlas en nuestro día a día, enseguida veremos que nos irá saliendo de forma natural.
Habilidades sociales complejas
Otras habilidades sociales requieren de un trabajo algo más profundo e introspectivo. Hablamos de la asertividad, la capacidad para negociar, la capacidad para escuchar con atención y entender qué siente y qué quiere trasmitir nuestro interlocutor, la capacidad de empatía, la inteligencia emocional, el comunicar nuestros sentimientos de forma adecuada, el control gestual, la capacidad para reconocer y respetar nuestros derechos y los de los demás…
Estas habilidades sociales pueden resultarnos, a priori, algo difíciles, pero la realidad es que la mayoría de ellas están de alguna manera interconectadas y podemos entrenarlas a la vez sin demasiado esfuerzo.
Llegamos paso a paso a la edad adulta y debemos empezar a prestar más atención a nuestra forma de actuar. Debemos analizar nuestro comportamiento y esforzarnos por cambiar aquellas cosas que no nos gusten de nosotros mismos, pero también (y más importante), una vez dejada atrás la convulsa adolescencia, debemos empezar a mirar a los demás; a entender cómo se sienten, a evaluar sus dificultades, a respetar sus puntos de vista. Debemos aprender a disculparnos cuando herimos a los demás, a prestar atención a las palabras y gestos de otros para saber cómo podemos ayudarlos. Debemos encaminarnos a ser las personas que vamos a querer ser, y las habilidades sociales nos van a ayudar a conseguirlo.
Lo genial de todo esto es que son recíprocas y cuanto mejor desarrollemos nuestras habilidades sociales, mejor nos tratarán los demás, más amigos haremos, menos problemas tendremos (o mejor los solucionaremos) y más éxito alcanzaremos. ¿No es estupendo?
Empieza ahora un recorrido maravilloso desde nuestro primer año de estudios hasta que nos graduemos y tengamos en nuestras manos el soñado eTítulo universitario. Es el mejor momento para crecer.