A pesar de la cuarentena, hay que seguir preocupándose por el planeta y reducir nuestra huella ecológica. El planeta necesita de nuestra responsabilidad.
Ecología en momentos difíciles
Estamos en cuarentena y, ahora que no podemos salir, la naturaleza se encarga de recuperar el espacio robado por el ser humano y de hacernos ver lo prescindibles que somos. Desde nuestro balcón vemos cómo el cielo es más azul que nunca, las plantas florecen, los delfines y ballenas se acercan a las costas sin temor y el mundo entero florece sin nosotros. Eso debería hacernos pensar y, como hoy es El Día de la Madre Tierra, es un buen momento para hacerlo.
Estamos deseando salir y retomar nuestra vida normal, pero quizá debemos ir planteándonos que, cuando salgamos, otra normalidad es posible; una normalidad más amable con el medio, más empática y más justa para todos (y en ese todos debemos incluir también al resto de especies terrestres). Debemos reducir drásticamente nuestra huella ecológica y empezar a ser una especie mejor.
No queda más remedio que cambiar
Es posible que en esta situación, lo último que nos preocupe sea el reciclaje o el medioambiente, pero siempre hay que pensar en el mañana porque, precisamente por no pensar en el mañana, hoy estamos como estamos y el futuro puede ponerse aún peor.
Una cosa está clara: nuestro planeta nos necesita a todos haciendo las cosas bien o no nos necesita en absoluto. El ser humano ha tenido el regalo de tener una casa maravillosa (nuestro planeta) y, en vez de cuidarla y de restaurarla con cariño, se ha dedicado a dar martillazos en las paredes, a hacer socavones en el suelo y a cubrir cada centímetro de veneno. Hemos hecho de nuestro único hogar un lugar prácticamente inhabitable hasta para nosotros mismos y no queda mucho tiempo: hay que parar ya con este despropósito autodestructivo.
Estar en casa no es una excusa: todos debemos tomar conciencia
Es fácil dejarse llevar por el derrotismo y pensar que una sola persona no puede hacer mucho, pero la sociedad se compone de muchas «solas personas» y, entre todos, podemos cambiarla. Que otros no hagan nada no puede ser una excusa para no hacerlo tampoco.
Si queremos ser justos y responsables, debemos reducir nuestra huella ecológica. No hace falta que nos tiremos a vivir al monte con un palo y un taparrabos, sino cambiar unos pocos hábitos para hacer del planeta un lugar mejor.
Consejos para reducir tu huella ecológica
1. Conciénciate. Algo que ya deberíamos saber con solo mirar un poco a nuestro alrededor es que toda acción conlleva aparejada una consecuencia. Nuestras acciones no son inocuas, hay que quitarse la venda de los ojos y actuar.
2. En cuanto podamos salir, utiliza un medio de transporte limpio. Caminar o ir en bici obviamente no contamina y además será bueno para tu salud y tu forma física. Siempre que puedas, sustituye el coche por el transporte público, que aunque da más pereza y se tarda más tiempo, cuando te acostumbres verás que no es tan grave y que se puede aprovechar para leer o estudiar durante el trayecto. Si no te queda más remedio que usar el coche, compártelo y mantenlo a punto para que no contamine más de la cuenta.
3. Ahorra agua. Repara los grifos que gotean (pueden perder unos 50 litros en cinco días), las cisternas que chorrean, usa programas cortos en los electrodomésticos, dúchate en lugar de bañarte y, si tienes plantas, trata de regarlas con el agua que uses para aclarar platos o cocinar.
4. Consume responsablemente. No compres lo que no necesitas. Trata de apostar por productos con pocos embalajes y, si es posible, ecológicos o biológicos. Intenta alimentarte de forma sana y equilibrada y no consumas especies que estén en peligro de extinción, como por ejemplo el atún o el pez espada o que su captura dañe el medioambiente, como las gambas y los langostinos. Intenta consumir alimentos nacionales o de comercio justo que sean respetuosos con el medio. Si todos demandamos un sistema diferente, lo tendremos, ¿o acaso encontrábamos productos «BIO» hace 10 años? El cliente manda, no lo olvides.
5. Recicla. Lleva cada cosa a su contenedor y al punto limpio los productos que no puedan tirarse a los contenedores, como pilas, aparatos eléctricos o aceite usado. Utiliza folios y cuadernos de papel reciclado 100 % y sin cloro. Da igual que estemos encerrados, seguimos generando una cantidad de desperdicios tremenda y hay que reducir la huella ecológica en cualquier situación..
6. Reutiliza los envases. Lleva tu propia bolsa cuando vayas a comprar. El plástico tarda tanto en biodegradarse, que actualmente convivimos en la Tierra con todo el plástico que hemos fabricado desde que se inventó en 1909.
7. Ahorra energía. Usa los electrodomésticos con programas a baja temperatura o cortos y solo cuando estén llenos. No dejes los cargadores enchufados cuando no los estés usando, ahorrarás 6 kg de emisiones de CO2 al año. Apaga el ordenador, en vez de dejarlo en reposo, y ahorrarás unos 87 kg de CO2. Poner bombillas de bajo consumo no solo reducirá nuestra factura, sino que además le estaremos evitando a la atmósfera más de 108 kg anuales de dióxido de carbono. Si puedes, trata de utilizar energías renovables o de convencer a tus padres para que lo hagan.
8. El váter y los desagües no son papeleras. No tires nada que no corresponda por ahí.
9. Trata de reducir los productos de un solo uso. Como las servilletas y pañuelos de papel, las maquinillas desechables, vajilla de plástico, etc. salvo aquellos necesarios para protegerte del virus.
10. Repara lo que se rompa siempre que puedas. El sistema te invita a tirar y comprar, pero eso no es bueno para el planeta ni para tu economía. Rompe el ciclo consumista y verás que tus cosas tienen más vida de la que esperabas.
No más ceguera autoimpuesta
Es difícil cuidar aquello que no vemos. Cuando vivimos en ciudades, resulta complicado darse cuenta de que la naturaleza existe y necesita nuestra protección. Es algo lejano, un murmullo que se ignora. Lo mismo pasa con el mar: lo que pase bajo sus aguas, parece no importarnos, no lo vemos y preferimos seguir en la ignorancia, pero ya no podemos permitirnos más esa actitud: los científicos dan a nuestros océanos 20 años más de biodiversidad; en el océano Pacífico, una gigantesca isla del tamaño de Francia formada de basura crece sin control, los polos se deshielan, las especies se extinguen, el aire es irrespirable y hasta comer nos produce cáncer. Por eso debemos romper este ciclo de destrucción y adquirir una conciencia. Asómate al balcón o busca en internet y mira lo que ha mejorado el planeta desde que nos quedamos en casa. Ese es en el espejo en el que hay que mirarse: o asumimos que somos parte de la naturaleza y nos comportamos como tal o mejor nos quedamos encerrados.
Es un gran privilegio estudiar una carrera, sacarse el eTítulo y hacer planes para el futuro, pero el futuro solo será posible si adquirimos conciencia de que no todo nos pertenece porque sí: hay que cuidarlo, hay que respetarlo y hay que dejar de pensar con una mentalidad basada en el aquí y el ahora, tenemos que pensar a largo plazo. Si el futuro es nuestro, empecemos a cuidarlo en el presente y a exigir que otros lo cuiden también.