Cada año salen un montón de retos en redes, concursos y actividades universitarias relacionadas con los relatos cortos. ¿Te apuntas?
Normativa y bases
Si somos aficionados a la escritura y queremos presentar alguno de nuestros relatos a algún concurso, lógicamente hay que consultar muy bien las bases y la normativa. Quizá tengamos algunos textos ya escritos que podamos encajar, pero lo más recomendable es que nos metamos en el proyecto creando algo de cero. Algunos certámenes tienen una temática concreta y otros son libres, pero seguro que todos van a marcar el límite de palabras. Los microrrelatos tienen unas mil palabras y los relatos cortos de mil a siete mil. Tener esto en cuenta antes de empezar nos ayudará a hacer una buena planificación de nuestro escrito.
Si estamos cursando un grado de literatura, presentarnos a estos concursos nos será muy útil para mejorar nuestra creatividad y nuestras redacciones. Si somos simples aficionados, también podemos hacerlo. A escribir correctamente se aprende escribiendo y leyendo y eso será muy útil para cualquier estudiante que quiera conseguir un eTítulo universitario. Un trabajo académico será mejor si está bien redactado y muchos de los certámenes que se organizan tienen unos premios de lo más atractivo.
El primer paso y el más difícil
La idea. Tanto si el concurso nos marca el tema como si no, vamos a tener que pensar en cuál es nuestra idea y cómo querremos desarrollarla. Quizá, cuando nos pongamos a escribir, se nos ocurran nuevos giros argumentales, un final diferente o veamos que nos resulta más interesante la perspectiva de uno de los personajes que habíamos considerado secundarios. No importa. Es nuestra creatividad la que nos irá marcando el camino, pero igualmente es importante empezar a escribir con una planificación y sabiendo qué es lo que queremos contar, aunque aún no sepamos cómo contarlo.
Los relatos cortos deben narrar una idea sencilla. Una acción, un recuerdo, algo que pasó en el supermercado, etc. Nada de tramas complejas, ni historias enrevesadas, así que debemos buscar la inspiración en algo que no precise de un excesivo desarrollo.
Puede bastar con salir a dar un paseo para encontrar la musa. Con mirar a nuestro alrededor veremos que la realidad ofrece relatos de lo más increíble.
Empezar a escribir
A veces nos sentamos frente al ordenador o frente a un papel con la idea de ponernos a escribir y las horas pasan sin que sepamos cómo arrancar. En los relatos cortos, lo ideal es que la historia comience cuando ocurre la acción. Un principio impactante que sitúe al lector en medio de algo: una situación embarazosa, una batalla en el frente, una discusión entre vecinos, el preciso instante en el que nos dimos cuenta de que no queríamos a nuestra pareja…
Si no arrancamos con la redacción, tomemos la idea y empecemos a simplificarla y resumirla. Simplemente, se trata de tirar frases sueltas hasta que podamos ir hilando la historia. Hay que ir al meollo de la cuestión; al preciso momento en el que ocurren los acontecimientos y empezar desde ahí.
Cuidado con describir de más
¿Cómo colocamos al lector en un lugar sin describirlo previamente? Los relatos cortos no son una novela. No hay que crear un mundo a base de descripciones para situar a unos personajes a los que les pasan cosas. El relato, por el contrario, no debe prestar demasiada atención a las descripciones de lugares. Hay que poder expresar con pocas palabras dónde se desarrolla la acción y dejar que la imaginación del lector rellene los huecos.
Tampoco se deben describir pormenorizadamente emociones o divagaciones mentales. Se trata de sintetizar lo que queremos evocar en unas pocas palabras y las descripciones deben ser parte de un subtexto, dejando que se vislumbre el entorno pero sin detenerse en él. El mejor consejo a la hora de escribir es que huyamos de los adjetivos todo lo posible.
Lo que hay que contar son las acciones que puedan interesar. Veamos un mal ejemplo:
Marco siempre volvía de clase por el atajo del bosque. Las clases de hoy habían pasado tan lentamente que se encontraba exhausto y desmotivado. El otoño había convertido el suelo, antes lleno de yerba de un verde brillante, en una alfombra mullida de hojas con tonalidades que oscilaban entre el amarillo, el rojo y el marrón. La última lluvia aún se sentía en el ambiente y a Marco le encantaba el olor a tierra mojada, pero ese día estaba molesto porque la humedad había penetrado en sus zapatillas de lona azul marino y notaba los pies fríos y mojados. Apretó el paso. Estaba, como siempre últimamente, pensando en lo que le había sucedido a Lucas. ¿Cómo pudo desaparecer sin más? ¿Qué habría pasado? ¿Lo encontrarían alguna vez? ¿Seguiría con vida? En estas cavilaciones se encontraba cuando escuchó un extraño ruido muy cerca de él. Antes de que tuviese tiempo para girarse, sintió el primer golpe.
¿Nos interesa el color de las hojas? En principio, no. ¿Nos interesa la humedad ambiental? No tiene por qué. ¿Nos interesa el material o el color de las zapatillas de Marco? Tampoco.
En este segundo ejemplo vamos a contar lo mismo, pero sintetizado:
Marco, como siempre, había cogido el atajo del bosque para volver a casa. Las clases habían sido soporíferas. Se le estaban calando las zapatillas y empezaba a no sentir los pies del frío que tenía. Apretó el paso. Últimamente no se quitaba de la cabeza lo de Lucas. ¿Qué habría sido de él? ¿Seguiría con vida? El extraño sonido le pilló de sopetón y antes de poder girarse, recibió el primer golpe.
Como vemos, la situación podemos imaginarla prácticamente igual, sobre todo si tenemos en cuenta que lo importante para este relato sería narrar las dos incógnitas que se plantean: qué le pasó a Lucas y qué le va a pasar a Marco. Y ni siquiera tendría por qué ser así, podemos no decir nada de Lucas y contar lo que le pasa a Marco dejando que lo otro quede en suspenso o que unos acontecimientos nos cuenten los otros. Por lo tanto, pararse a describir es innecesario y hace que la narración pierda ritmo.
En los relatos cortos no cabe todo
De hecho, no cabe casi nada y de ahí su gracia. No más de dos o tres personajes a los que les sucede algo que ocurre en un breve periodo de tiempo y con una única localización o dos a lo sumo. Lo que sí es importante es que mantengamos la estructura: nudo, trama y desenlace.
Describir emociones
Si queremos hablar de que alguien se encuentra molesto o triste y si eso no es el núcleo de la historia, en vez de narrar el porqué, es mejor mostrar que lo está. No podemos llenar un relato corto de flashbacks o de las cavilaciones de los personajes porque nos iríamos de la extensión. A veces ni hace falta que se entienda por qué alguien se siente de una determinada manera, solo nos interesa que eso se vea.
El cajero del súper no paraba de llorar. Y no era un llanto comedido, sino una auténtica rabieta con berridos de bebé (si los bebés tuviesen voz de barítono) y la respiración entrecortada. La señora que iba delante de mí en la cola le ofreció un pañuelo, pero el hombre lo rechazó con un ademán brusco y siguió pasando los productos por el lector mientras chorreaba de lágrimas, mocos y babas toda la compra de la pobre mujer. Cuando llegó mi turno, me sentía tan mal por él que, sin querer, también me puse a llorar y, como por contagio, pronto me siguió el resto de la cola.
En este ejemplo, lo importante no es por qué llora el cajero y no nos hace falta contarlo. Lo que interesa son las consecuencias que tuvo el llanto.
Jugar con el lector
Hay que mantener el suspense hasta el final, aprovechar bien el poco espacio que tenemos con frases y palabras muy bien escogidas y que evoquen las imágenes que queremos transmitir. No se debe soltar toda la información desde el principio, sino ir desvelándola poco a poco para enganchar.
El título también debe cuidarse y servir para ilustrar algo del texto que quizá no se perciba hasta que se haya leído por completo.
Es muy importante que el final presente un giro inesperado o algo sorprendente. Si el desenlace es impactante, nuestro relato se recordará.
Una vez terminado
Hay que dejarlo reposar un día o dos para verlo con otros ojos y luego volverlo a leer en voz alta. Esto nos sirve para detectar los errores con más facilidad.
Ahora podemos centrarnos en eliminar todo aquello de lo que podamos prescindir. Cuando una frase no aporte nada especial, se borra. Si hay diálogos, revisemos que sean breves y relevantes; si no, los eliminamos. Cuando podamos añadir más tensión o más sorpresa, hagámoslo. Los relatos cortos deben ser impactantes.
Si tenemos un lector objetivo que nos haga una crítica antes de enviarlo, mucho mejor.
Y, por encima de todo, debemos asegurarnos de que no haya errores ortográficos y de que la puntuación sea la correcta.