Cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Veamos algunos mitos y los datos que los anulan.
¿Por qué hoy?
Porque el 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas Las Mariposas, apodo por el que se conocía a las hermanas Mirabal (Minerva, Patria y María Teresa). Tres mujeres que lucharon activamente contra el sangriento régimen del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo que fue el que, finalmente, ordenó sus asesinatos.
Minerva Mirabal decía: «Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte» y aquí estamos, 60 años después, recordando su lucha y honrando su memoria en el que ha sido declarado el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Avances y cegueras
Sesenta años dan para mucho. Las mujeres tienen, legalmente, los mismos derechos que los hombres en la mayoría de los países occidentales y, según algunas personas, la igualdad ya existe. Hay acceso a la educación, al trabajo, a puestos de responsabilidad. En realidad, las mujeres tienen más ayudas y libertad para hacer o decir lo que quieran, ¿no? Entonces, ¿por qué seguir reivindicando días como este o como el 8 de marzo?
Porque la afirmación de que la igualdad existe es una falacia. Preferimos mirar hacia otro lado y hacernos los ciegos. Y el 8 de marzo ya hablaremos de todo eso del acceso al trabajo y los derechos, pero hoy vamos a dar un paseo por el asunto del día: la violencia contra la mujer o violencia de género.
¿Qué es violencia de género?
Primero veamos qué es la violencia. La OMS (Organización mundial de la salud) la define como «el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones».
Y ahora veamos la diferencia con la violencia de género:
En la Declaración de Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (CEDAW) se define la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».
Y en España, la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en su exposición de motivos 1 la define de la siguiente manera: «La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión».
De estas definiciones legales (y de otras muchas como la de la OMS, el convenio de Estambul, el tratado de Viena, etc.), debemos concluir lo siguiente: la violencia de género es una violencia de cualquier índole (física, sexual, psicológica o estructural) que sufren las mujeres sin más razón que por el hecho de ser mujeres; por lo tanto, no solo se produce en el contexto de las relaciones de parejas heterosexuales, sino que engloba todas las demás manifestaciones violentas de la desigualdad sexista.
Mientras cualquier ser humano sufra violencia y discriminación por pertenecer a un sexo, a una etnia, a una clase social, por profesar una religión, por no hacerlo o por su orientación sexual, habrá que seguir luchando sin descanso. Y eso es, precisamente, lo que hacemos hoy.
Mitos usados y datos incómodos
Opinar está bien. Tener ideas propias y ser crítico está aún mejor, pero, como universitarios que somos, debemos saber que hay cosas que no son opinables: los datos y estudios científicos ampliamente demostrados.
Hay una serie de mitos, de lugares comunes, que se repiten sin parar cuando se habla de violencia de género. Vamos a contestarlos con datos:
Mito 1: «Violencia es violencia». Es verdad, la violencia es dañina en todas sus manifestaciones independientemente de quién la ejerza, pero esta sería una apreciación muy simplista para alguien que está sacándose una carrera o ya ha conseguido su eTítulo universitario. ¿Son todas las violencias igual de reprobables?, ¿tienen todas las mismas consecuencias?
La ley no está de acuerdo con eso. Solo hay que coger un código penal para ver que hay violencias más castigadas. Ante una misma acción, habrá condenas agravadas o atenuadas según las características del delito y rara vez alguien está en contra de que esto sea así (salvo si hablamos de violencia de género).
Imaginemos dos situaciones similares: dos chicos están en un bar y discuten con otros dos porque han tirado sin querer una copa. Los ofendidos, les dan tal paliza que les ocasionan múltiples traumatismos y requieren hospitalización.
Y ahora, la segunda situación: dos chicos homosexuales reciben una paliza en un bar que les ocasiona múltiples traumatismos y requieren hospitalización. La razón de tal agresión es su orientación sexual, pero las lesiones son exactamente las mismas que las sufridas por los chicos del primer ejemplo.
¿Violencia es violencia? Ambas conductas descritas son execrables, pero ¿son iguales?, ¿tienen las mismas connotaciones y las mismas consecuencias? ¿Los primeros chicos han vivido, viven y vivirán con miedo por ser quienes son o amar a quien aman?
Una encuesta en Instagram preguntó a las mujeres qué harían si los hombres dejasen de existir por un día y a los hombres lo contrario. Esta encuesta se hizo viral por las respuestas de las mujeres. ¿Sabéis lo que deseaban hacer por encima de todo en un día sin hombres? Salir a la calle sin miedo.
No, no son iguales todas las violencias y más si dejamos de pensar en las mujeres como un colectivo y empezamos a darnos cuenta de que son más del 50 % de la población. No son una minoría estadística, son ciudadanas de pleno derecho y pasan miedo durante toda su vida solo por salir a la calle. Millones también pasan miedo en sus casas. ¿No deberíamos dejar de buscar excusas y empezar a cambiar nuestra actitud?
Mito 2: La biología me hizo así. Muchos hombres se niegan a reconocer que la violencia es cosa de ellos a pesar de los datos aplastantes. Es lógico, ¿quién querría que lo etiquetasen de esa manera si nunca ha hecho daño a nadie (al menos de forma consciente)?
Podemos negar la realidad o podemos analizarla y aprender de ella. Aquí van unas pinceladas, tomad nota:
- En el informe de la ONU de 2013 sobre violencia global, se recoge que el 95 % de los homicidas encarcelados son hombres y el 5 % mujeres.
- El informe «World Population list» realizado por el Institute for Criminal Policy Research de la Universidad de Londres recoge que, en el mundo, hay 10,74 millones de personas encarceladas. De estos, el 93,2 % son hombres (unos 10 millones) y el 6,8 % son mujeres (730.000 mujeres presas en todo el planeta). Y ahora podemos empezar a discutir lo de la supuesta maldad femenina.
- El informe de la Universidad de Oxford «Our world in data» recoge los atentados terroristas perpetrados entre 2010 y 2020 en el mundo. La media de personas asesinadas al año por ataques terroristas fue de 21.000. Todos estos actos terroristas fueron cometidos casi en su totalidad por hombres.
- Los informes del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos sostienen que cada año 50.000 personas sobreviven a la tortura y el Informe anual de Amnistía Internacional de 2014 recoge que de 160 países analizados, en el 82 % se produjeron casos de tortura. Todos estos actos de tortura fueron cometidos casi exclusivamente por hombres.
- En el informe de 2019 (ONU) nos dicen que, a nivel mundial, las víctimas de homicidio son hombres en el 81 % de los casos y mujeres el 19 %. Por lo tanto, la mayoría de los homicidios son de hombres contra hombres y después hay otra tasa específica de violencia de hombres contra mujeres.
En esta violencia específica que sufren las mujeres por el hecho de serlo, encontramos que:
- En el informe de Naciones Unidas sobre homicidios vemos que el número de feminicidios anuales en el contexto de las relaciones de pareja o familiares es de 87.000. Si estos datos no nos espantan por sí mismos, Miguel Lorente Acosta (médico legal, profesor universitario y escritor del que os recomendamos encarecidamente la lectura de su blog Autopsia), en el curso de Masculinidad y Violencia de la Universidad de Granada, facilitó mucho las cuentas: cada día asesinan a 238 mujeres en sus hogares (lo que coloca este lugar como el más peligroso del mundo para ellas). Cada 6 minutos muere en el mundo una mujer a mano de sus parejas, exparejas, padres o hermanos. Si has leído hasta aquí, ya ha muerto una.
- En el tema de la violencia sexual, según el mismo informe de Naciones Unidas, vemos que el 99,6 % de los agresores son hombres. De ellos, el 70,6 % eran conocidos y familiares de la víctima. El 12,4 % de las mujeres que han sufrido violencia sexual reconocen que fue cometida por más de un agresor.
- Las mujeres y las niñas representan el 72 % de las víctimas de trata y son usadas mayoritariamente para la explotación sexual (el tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual también es un delito perpetrado casi exclusivamente por hombres).
- El informe de Amnistía Internacional de 2019 dice que cada año, 12,5 millones de niñas son obligadas a casarse. Eso son 34.200 niñas víctimas de matrimonios forzosos al día. Repetimos: al día.
- UNICEF asegura que cada año 3 millones de niñas sufren distintos grados de mutilación genital.
Podemos seguir. Hay cifras sobre acoso callejero, acoso laboral, violaciones dentro del matrimonio, datos sobre maltrato continuado en el seno de la pareja, sobre violencia estructural…, pero creemos que con los datos aportados podemos empezar a hacernos una idea.
Entonces, volviendo al principio para retomar el mito de la biología, ocurre un fenómeno muy particular. Hay hombres que se niegan a reconocer la realidad, se hacen eco del ya manido not all men, pero cuando ven estos datos tan abrumadores y sabiendo que es imposible discutir que 2+2 son 4, recurren a las explicaciones biológicas o evolutivas. Es decir: o todo es falso o la naturaleza me obligó. Lo sentimos, eso tampoco les da la razón.
Al recurrir a la biología nos olvidamos de varias cuestiones fundamentales:
- La agresividad animal no explica de ninguna manera el mayor uso de la violencia por parte de los hombres. El ser humano es racional y el uso de su violencia es utilitaria, no instintiva. Si fuese así, un maltratador golpearía a su jefe por no pagarle más, a sus vecinos por hacer ruido, a un viandante por pasar cerca de su casa y no a su mujer cuando, protegido tras las cuatro paredes de su casa, se siente con poder para hacerlo.
- No hay cerebros de mujer y cerebros de hombre. Los estudios han demostrado que compartimos las mismas áreas, las mismas estructuras neurológicas y la misma capacidad para usar la violencia. Sí, hay estructuras biológicas que permiten el uso de la violencia, pero que estén no significa que tengamos tendencia natural a usarlas para violar, poner bombas o clavar cuchillos. Pensar esto es tan absurdo como pensar que tenemos dientes para morder a la gente. ¿Permiten los dientes morder a otro? Sí, ¿es natural que los usemos para eso? La mayoría respondería que no, pero resulta que un porcentaje elevado de las víctimas de violación presentan mordiscos. ¿Es natural? No, ni mucho menos. Y por cierto, las mujeres también tienen dientes.
- No, lo de la testosterona ya no cuela. La producción de una mayor cantidad de esta hormona por parte de los hombres ha sido el argumento más explotado para justificar lo injustificable. La mala noticia es que hace muchos años ya que esta relación causa-efecto está desmentida. La testosterona es la consecuencia y no la causa. El psicólogo social Frank McAndrew del Knox College demostró que el aumento en los niveles de testosterona (que se encontraron en presos violentos y aún más en deportistas de élite) es consecuencia de las acciones llevadas a cabo y el ambiente. Es decir, que el cuerpo produce testosterona para responder a los retos o a las competiciones. Se siente.
¿Entonces cómo lo explicamos y qué hacemos?
La explicación es muy simple: el mayor uso de la violencia por parte de los hombres se debe a su socialización, a cómo son educados, a qué exige el sistema patriarcal de cada sexo. Si pensamos en lo que es ser hombre desde la perspectiva heteronormativa, tendremos la respuesta y la solución.
Hay que destruir el género porque es una herramienta de opresión que les indica a los sexos cómo deben comportarse y qué deben esperar y lo hace creando estereotipos que, a base de reproducirlos, nos resultan naturales aunque no lo sean. Aunque nos dañen.
Los hombres no son violentos por naturaleza. No son malvados. No tienen instintos sexuales diferentes a los de las mujeres. Los hombres son también víctimas de todo esto, pero son el sexo opresor y son ellos los que van a tener que hacer el gran trabajo de cambiar el chip y empezar a revisar aquellas conductas «normales» que no lo son en absoluto. Es momento de ponerse las gafas moradas y mirar a nuestro alrededor, porque los cambios empiezan por tomar conciencia y actuar. Hoy, 25 de noviembre, es un gran día para empezar.