Dejar el instituto y entrar en la universidad es un gran paso que puede causarnos cierta ansiedad. Os contamos qué esperar y por qué no hay que temer nada.
Los cambios siempre causan desazón. Y eso como poco. Por muy ilusionados que estemos por empezar a estudiar en la universidad, es normal que sintamos cierta ansiedad al no saber qué debemos esperar realmente, si vamos a adaptarnos bien, si el nivel de exigencia será muy alto, si haremos amigos… Vamos, que es normal que, si nos ponemos a pensar en todas las cosas que van a cambiar, hasta se nos revuelva el estómago.
El instituto es lo conocido, la zona de confort. Pero muchos ya vivimos un gran cambio cuando dejamos atrás el colegio. Hay centros educativos que albergan toda la enseñanza obligatoria y el bachillerato, pero no es lo normal. Pasar del instituto a la facultad no es muy distinto a pasar de la ESO al bachillerato. Es cierto que al principio nos podemos sentir desubicados o cortados, pero en pocos días se pasa.
Qué podemos esperar del lugar
Algo que sí vamos a notar enseguida es que las facultades son mucho más grandes y el campus puede ser gigantesco. Cualquier papeleo que tengamos que hacer puede requerir incluso que usemos el transporte público porque, en las grandes urbes, las oficinas administrativas suelen estar situadas en distintas zonas de la ciudad.
Las aulas también serán mayores y albergarán a muchos más estudiantes. Es posible que tengamos que cambiar de aula en algunas asignaturas, así que al principio es bueno que nos demos unos cuantos paseos en nuestro tiempo libre para que nos familiaricemos con el lugar.
Al principio, la magnitud de las instalaciones universitarias puede abrumarnos, pero pronto nos haremos a ellas al igual que acabamos haciendo del instituto nuestra casa. Esta, es solo una casa mucho más grande (y por lo tanto, con más cosas chulas que disfrutar).
La mayoría de campus universitarios tienen estupendas instalaciones deportivas, bibliotecas enormes con salas de estudio, zonas verdes, cafeterías, restaurantes… En poco tiempo ya nos habremos hecho un hueco y encontrado nuestros lugares favoritos.
Qué esperar del sistema educativo
Si en el colegio nos llevaban de la mano y en el instituto nos vigilaban de cerca, en la universidad ya vamos por nuestra cuenta. Nos han quitado los ruedines de la bici y ahora estamos listos para pedalear solos. Esto es a lo que hay que acostumbrarse en la universidad y lo que supondrá el mayor cambio en el sistema educativo. Nadie va a controlarnos ni a estar encima. Nosotros debemos responsabilizarnos de nuestros estudios y adquirir las rutinas necesarias para aprobar y conseguir al final nuestro eTítulo universitario.
Los profesores tampoco van a ser tan cercanos como lo eran en el instituto. Cuando uno tiene cuatro clases distintas al día con cientos de alumnos, es imposible que nos conozcan a todos. Eso nos dará un mayor anonimato si no llamamos la atención y queremos pasar inadvertidos, pero, si queremos destacar, nos obligará a participar más en clase, entregar más trabajos, pedir tutorías, etc.
Las universidades españolas se rigen por el sistema de evaluación continua, por lo que contará si asistimos a clase, si entregamos los trabajos, si participamos y, obviamente, la nota del examen. Pero a principio de curso podemos (a diferencia del instituto) pedir justificadamente la evaluación única para que solo se nos evalúe con el examen final si queremos compatibilizar los estudios con algún trabajo.
El nivel de exigencia también es mayor. Que nadie piense que un título universitario se regala. Los temarios son más largos y los docentes no nos lo darán todo tan «masticado», porque hay una parte importante de trabajo e investigación personales. Aun así, es asequible y con un poco de esfuerzo y constancia no será difícil sacar todas las asignaturas con buenas notas.
Qué esperar de la parte social
En la parte social también habrá cambios. Si estudiamos en la misma ciudad en la que hemos vivido siempre, habrá menos que si nos mudamos, pero también los habrá. Vamos a conocer a mucha gente nueva y a relacionarnos de otra forma. En las clases ya no sabremos el nombre de todos nuestros compañeros, ni en primero ni, probablemente, en cuarto curso.
Al lado del patio de vecinos que es el instituto, la universidad tiene una idiosincrasia mucho más formal, lo que no significa que no vayamos a establecer fuertes vínculos con muchas personas que se convertirán rápidamente en aliados imprescindibles e incluso forjaremos amistades que nos durarán el resto de nuestras vidas.
La vida social universitaria es inmensa y, además de para el ocio, sirve muy bien para practicar el networking y hacer buenos contactos con alumnos y docentes.
Por mucho miedo que tengamos de dejar el instituto y cambiar de ciclo, enseguida nos daremos cuenta de que estamos empezando una de las mejores etapas de nuestra vida.
¡A disfrutar!