Bastan unas pocas semanas poniendo en práctica estos sencillos ejercicios para que ganemos velocidad al leer y tardemos la mitad de tiempo en estudiar.
¿Para qué necesitamos velocidad al leer?
Tanto si somos estudiantes como si no, tener una buena velocidad al leer tiene muchísimas ventajas, pero para los universitarios que quieran obtener su eTítulo sin complicaciones es prácticamente imprescindible porque, durante la carrera, hay miles de textos y libros que vamos a tener que engullir. De hecho, cuanto más leamos, mejor será para nuestro aprendizaje y mejores serán nuestras notas.
Tener una buena velocidad al leer nos va a ahorrar un montón de tiempo al estudiar y, además, facilitará nuestra concentración porque, al usar menos tiempo en la lectura de las materias, tendremos menos tiempo también para aburrirnos y distraernos.
Haciendo unos sencillos ejercicios a diario, en pocas semanas notaremos mucho la diferencia. Si dedicamos solo 20 minutos al día, en un par de meses habremos triplicado nuestra velocidad al leer. ¿No es estupendo?
El punto de partida
Para empezar, hay que saber cuál es nuestra velocidad actual de lectura para así saber exactamente cuánto progresamos con el entrenamiento.
Para ello, lo más sencillo es abrir un texto en el ordenador con un procesador, como el Word, que nos diga cuántas palabras hay y poner el temporizador del teléfono móvil para que nos avise en 1 minuto.
Debemos empezar a leer a nuestra velocidad normal, sin intentar batir un récord, porque se trata de medir la velocidad a la que solemos leer cuando nos enteramos de lo que pone, no de saber a qué velocidad podemos pasar la mirada por un texto.
Cuando pite el cronómetro, solo tenemos que parar y ver cuántas palabras hemos leído. Los adultos leemos a una velocidad media de 250 palabras por minuto, pero si a la primera no llegamos, no hay que desesperar, enseguida le cogeremos el tranquillo.
1. Leer cada día
Esperamos que sea evidente, pero, por si las moscas, vamos a decirlo: para ganar velocidad al leer hay que leer (¡sorpresa!). Y lo suyo es que leamos un rato cada día. Al menos una hora. Y si la lectura es buena y nos encanta, mucho mejor porque lo haremos con gusto y leer tiene muchos beneficios, además de poder aprender a hacerlo rápido.
2. Aprender a agrupar
Nos enseñaron a leer letra a letra y después palabra a palabra. Pero olvidaron la última fase. Leer cada palabra es agotador y acabamos por distraernos porque nuestros pensamientos van muchísimo más rápido que nuestra lectura y acabamos pensando en otras cosas. A todos nos ha pasado eso de ponernos a leer y, tras varias líneas, darnos cuenta de que no nos hemos enterado de nada. Por esto, lo primero que tenemos que hacer es dar el siguiente paso y leer por grupos de palabras. De un solo golpe de vista hay que abarcar cuatro o cinco palabras y no ir descifrando una a una. Si al principio nos cuesta un poco más enterarnos, pronto veremos que comprendemos el texto perfectamente.
Vamos a ver el ejercicio que debemos realizar usando una parte de El libro de la arena de Jorge Luis Borges como ejemplo.
Cómo leemos normalmente:
Yo/ vivo/ solo/, en/ un/ cuarto/ piso/ de/ la/ calle/ Belgrano/. Hará/ unos/ meses/, al/ atardecer/, oí/ un/ golpe/ en/ la/ puerta.
Cómo deberíamos leer (al pricipio):
Abrí y entró un desconocido/. Era un hombre alto/, de rasgos desdibujados/. Acaso mi miopía los vio así/. Todo su aspecto era de pobreza decente/. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano/.
Estos grupos de palabras pueden ampliarse con la práctica y abarcar cada vez más texto (como veremos ahora), pero cuidado con hacer las pausas (comas, puntos, punto y coma, etc.) donde corresponde, o el texto perderá su significado.
3. Señalar con el dedo
Cuando leemos no debemos nunca mover los labios ni murmurar. Lo que sí tenemos que hacer como ejercicio es, durante unos 5 minutos, ir apuntando con el dedo los grupos de palabras que vayamos leyendo. El dedo debe apuntar, no subrayar, por lo que solo señala a saltos de vista.
4. Frases más largas
Según vayamos practicando lo de leer por conjuntos, hay que ir ampliándolos mientras mejoramos nuestra visión periférica. Para eso, podemos practicar fijando la vista en la punta de un bolígrafo que apoyemos sobre el texto tratando de leer las palabras que lo rodean. Cuantas más abarquemos sin mover los ojos, mejor. Entrenar la visión periférica hará mucho más fácil el adquirir velocidad, pero además evitará que se nos canse la vista y los molestos dolores de cabeza asociados al cansancio visual.
El texto de Borges que teníamos de ejemplo podríamos leerlo usando un solo golpe de vista para cada una de estas frases:
Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano.
Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta.
Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados.
Acaso mi miopía los vio así. Todo su aspecto era de pobreza decente.
Estaba de gris y traía una valija gris en la mano.
5. Haciendo eses
Consiste en hacer barridos sobre el texto sin fijarnos en nada concreto, pero tratando de identificar datos importantes como fechas, nombres y las palabras clave que nos indiquen de qué nos habla el texto. Aprender a dominar este tipo de lectura es fantástico para todos esos temas que tenemos que estudiar, pero en los que perdemos horas separando el grano de la paja.