Algunas personas encuentran razones para plagiar y otras lo hacen sin buscarlas, pero, sea como sea, va a tener consecuencias.
Cuando el tiempo se nos va
Sí, hacer trabajos académicos puede ser aburridísimo. Para algunos es la peor parte de estudiar, incluyendo las temporadas de exámenes, y por eso es común que lo vayamos aplazando hasta que ya se nos ha echado el tiempo encima.
El problema es que, a veces, hemos procrastinado tanto que, cuando por fin nos ponemos a trabajar, nos damos cuenta de que (salvo que nos hagamos con una Gema del Infinito) va a ser imposible entregar a tiempo y, si conseguimos entregar, no va a ser ni de lejos un trabajo decente.
La necesidad aprieta y hay que rellenar folios. Citar es muy aburrido: ¿y si cojo esta idea de Kant y le cambio los pronombres?, ¿y si digo lo mismo pero con la subordinada al principio?, ¿y si…?
Cuando tenemos más cara que espalda
Hay veces que no es por falta de tiempo, sino por falta de ganas y, sobre todo, de ética. Porque plagiar es más fácil. Puede que todavía quede un mes para la entrega, pero en realidad hacer trabajos es una pérdida de tiempo y cuanto antes me lo quite de encima, mejor o cualquier otra cosa que nos contemos.
Puede que pensemos que somos tan listos, guapos y buenas personas que deberían regalarnos el eTítulo a nosotros mientras los demás se matan a trabajar. Total, es su problema si no hacen lo mismo, Internet está al alcance de todo el mundo.
Quizá sea un riesgo que decidimos correr y si no nos pillan, pues no es nuestro problema, que hubiesen vigilado más.
También es posible que, simplemente, no hayamos pensado en ello. Un sencillo «delito de oportunidad» que lo llaman y listo. No somos tan maquiavélicos para estar pensando en si hacemos daño a otros o no; simplemente, buscamos lo más fácil.
¿Y dónde está la famosa empatía?
Quizá lo de no pensar sea lo más común. No es maldad, sino falta de perspectiva o de madurez. Cuando vamos a plagiar no estamos pensando en si hacemos daño o no a nuestros compañeros, no pensamos en que robamos a los autores a los que copiamos descaradamente.
No pensamos tampoco en que nos podemos llevar un reconocimiento que no merecemos y que a lo mejor nunca se entera nadie, pero que nosotros lo sabremos siempre y… ¿cuál es la valía de una persona que usa atajos y se atribuye el mérito de los demás? No pensamos en que podemos estar destruyendo nuestra autoestima.
Si pensáramos en todo eso, quizá nos lo replantearíamos porque, con lo mucho que se cita la empatía actualmente, qué poco la usamos cuando nos interesa.
Vamos a ver si así: ¿qué opináis de un deportista que se dopa para ganar y de lo que eso significa para sus contrincantes? ¿Qué pensáis de la gente que hace trampas en un juego? ¿Qué os parece que se enchufe a alguien en un puesto sin que tenga la preparación adecuada solo por ser hijo/hermano/pareja…?
Ya. En los demás no lo solemos ver como algo tan inocente. Es lo que llaman «doble rasero».
Malas noticias para los que decidan plagiar: hay consecuencias
La primera mala noticia es que nos van a pillar. Cualquiera de las plataformas universitarias a las que haya que subir el trabajo lo va a detectar automáticamente. En estos casos, las aulas virtuales ya están equipadas con software de detección del plagio y antes de que el docente abra el texto, ya va a estar al corriente de si hemos plagiado y en qué porcentaje.
Cuando mandamos el trabajo por correo, los docentes lo abren a través de un software muy potente que coteja nuestro escrito con, básicamente, todos los artículos y trabajos académicos que podemos encontrar en Google Académico, Dialnet, la Biblioteca Nacional y cualquier otra base de datos.
Y si lo entregamos en mano, más nos vale que nuestro profesor sea de los que leen por encima y no quiera ponerse exigente; porque si algo le suena un poco, solo tiene que hacer una pequeña búsqueda y nos habrá descubierto igual.
Si nos pillan por plagiar y nos abren un expediente, podremos enfrentarnos a una expulsión de hasta tres años tanto en universidades públicas como privadas.
Pero si los profesores hacen la vista gorda y solo nos suspenden, aun así ya habremos quedado ante ellos como unos tramposos. ¿De verdad merece la pena?