El autoconocimiento es esencial para aceptarse, rodearse de gente que nos aporte y tomar las decisiones que más nos beneficien.
«Elige la vida»
Unos meses antes de acabar el instituto, comienza una etapa muy dura de toma de decisiones vitales (aunque luego quizá no serán tan trascendentales como pensamos, pero eso no lo sabremos hasta muchos años después).
Ahora nos toca elegirlo todo. A qué nos queremos dedicar y qué vamos a estudiar para conseguirlo, dónde lo vamos a estudiar (obviamente, mejor en un centro educativo que ofrezca eTítulo a sus alumnos), dónde vamos a vivir, si dejaremos a nuestros amigos atrás o nos quedaremos en la misma ciudad, si cambiaremos de país…
En 1996, una película mítica llamada Trainspotting empezaba con un monólogo que, en resumen y cortando alguna parte no apta para transcribirla aquí, rezaba:
Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande (…). Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de (…) tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién (…) eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de (…) comida basura (…). Elige tu futuro. Elige la vida…, ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? (…).
Si no la habéis visto, ya os decimos nosotros que la opción que eligen los protagonistas (eligen no elegir) no los lleva al mejor de los lugares, pero si bien su opción de vida es del todo destructiva, la rebeldía y el sentirse aplastados por la demanda cultural de encajar abruptamente en ciertos patrones preestablecidos sí podemos comprenderla y puede llegar a saturarnos en este momento crucial en el que nos encontramos.
¿Cómo podemos conseguir que tomar estas decisiones, elegir nuestro camino, sea más sencillo? Pues, sobre todo, conociéndonos a nosotros mismos. Si ponemos en práctica una serie de pautas para mejorar nuestro autoconocimiento, todo lo que decidamos será la mejor decisión para nosotros mismos.
¿Cómo que no me conozco?
Como llevamos con nosotros mismos desde que nacimos, puede parecer que nos conocemos bien, pero no es verdad. Resulta que muchas de las cosas que hacemos las hacemos por impulso o porque es lo que tenemos que hacer. Nuestros gustos a veces son nuestros, pero otras son heredados o asimilados por «contagio» o presión social.
En realidad, nuestro día a día está tan plagado de distracciones, modas y quehaceres que pocas veces tenemos tiempo de pararnos a ver qué queremos realmente, cómo pensamos acerca de un tema, qué cosas nos hacen sentir bien que no tengan relación con la aprobación externa y ese tipo de asuntos.
¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta tarde de que estamos haciendo algo que en realidad no nos gusta? ¿Cuántas veces nos encontramos con palpitaciones o ansiedad y no sabemos qué pasa?
Resulta que el autoconocimiento, si bien no sirve por sí mismo para evitarnos todas aquellas cosas que nos dañan, sí nos sirve para identificarlas y buscar soluciones a las que la tengan o, al menos, para entender por qué nos sentimos de una determinada manera.
Beneficios del autoconocimiento
Como decíamos, el autoconocimiento nos permite entendernos mejor y evolucionar, por lo que nos da más herramientas para elegir nuestro camino desde el respeto a nuestro verdadero yo y nuestros auténticos intereses.
Además, si tenemos un buen nivel de autoconocimiento, nos será mucho más sencillo gestionar nuestras emociones y que no nos vuelva a pillar por sorpresa un estado de ánimo alterado de cualquier forma.
El autoconocimiento nos ayuda también a tomar decisiones porque sabremos mucho mejor lo que queremos en realidad y lo que más nos conviene.
Sabremos cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades y podremos optar por potenciar unas u otras según nuestras verdaderas necesidades.
También mejorará nuestra autoestima porque, a través del autoconocimiento, nos aceptaremos tal y como somos con mayor facilidad y tendremos una mayor estabilidad emocional para enfrentarnos a aquellas cosas que queramos pulir. Por decirlo de forma sencilla, el autoconocimiento es la base de la autoaceptación.
Por otra parte, tener un buen nivel de autoconocimiento mejorará nuestras relaciones interpersonales haciendo que pongamos un mayor interés en aquellas que nos aporten bienestar y desechemos o prestemos menor atención a las que nos dañen.
Cómo mejorar nuestro autoconocimiento
Desgraciadamente, no es un trabajo sencillo (y menos hoy en día en el que las redes sociales contaminan constantemente la visión que tenemos de nosotros mismos, de los demás y de lo que es bueno o malo). Conocerse requiere, por lo tanto, un esfuerzo y un gran trabajo y, además, requiere que seamos capaces de enfrentarnos a aquellas cosas que no nos gustan de nosotros mismos.
Dicho esto, lo que sí podemos asegurar es que el esfuerzo merece mucho la pena, porque el autoconocimiento y la autoaceptación mejoran nuestra vida de forma profunda y nos ayudan, como ya hemos dicho, a tener una mayor estabilidad emocional y a ser más felices en general.
Hay una serie de ejercicios y preguntas que debemos hacernos para mejorar nuestro autoconocimiento. Proponemos los siguientes:
1. Introspección
Así dicho, no suena divertido y no lo es, pero sí que resulta muy útil y esclarecedor. Lo que debemos hacer es dedicarnos tiempo a nosotros mismos de vez en cuando. Apartarnos del ruido, de los móviles y de cualquier distracción y centrarnos en pensar en distintas situaciones vividas y cómo y por qué nos hemos sentido de una determinada manera.
Por ejemplo, no se trata de pensar en una discusión con una amiga para generar un discurso que nos dé la razón, sino de entender cuáles fueron los sentimientos que afloraron y por qué.
Esta práctica es bueno hacerla de vez en cuando para evaluar distintas situaciones que nos vayan ocurriendo y que nos generen una respuesta emocional medianamente intensa.
2. Pregúntate a menudo
- ¿Qué sentimientos me genera pensar en el pasado?
- ¿Qué me hacen sentir las personas que me rodean?
- ¿Cómo suelo reaccionar ante distintas situaciones (pensar en una cada vez)?
- ¿Qué es lo que más me gusta de mí?, ¿y lo que menos?
- ¿Cómo reacciono normalmente ante situaciones estresantes?
- ¿Cómo suelo gestionar la tristeza o el enfado?
- ¿Cuáles de mis aficiones me hacen sentir realmente bien?
- ¿Cómo me veo en el futuro?
- ¿Cuál es mi estado de ánimo predominante?
- ¿Suelo pensar de forma positiva o, por el contrario, tiendo a ponerme en lo peor?
- ¿Cómo son mis relaciones con mis amigos, parejas y familia? ¿Querría cambiar algo?
- ¿Cuál es mi «motor» para ponerme a trabajar en algo?
- ¿Qué valores son importantes para mí?
- ¿Dónde está la diferencia entre lo que proyecto y lo que soy? ¿Qué escondo a los demás y qué me escondo a mí mismo?
- ¿Cómo reacciono al miedo?
Y así hasta el infinito, porque hay miles de preguntas que podemos hacernos y cuantas más nos hagamos, mejor.
3. Lleva un diario
No uno en el que apuntemos qué hemos hecho a lo largo del día, sino uno en el que anotemos nuestros sentimientos. Es decir, no qué hemos hecho, sino cómo nos hemos sentido en diferentes momentos. Un diario de emociones nos proporciona un desahogo, pero no es esa su principal función, sino que podamos leer días después cómo nos sentimos y que podamos analizar nuestras emociones con mayor objetividad para entendernos mejor.
4. Pide que te describan
Lo que los demás dicen de nosotros es muy útil para saber qué proyectamos, qué imagen damos y si se corresponde con la que tenemos de nosotros mismos. Pero para que este ejercicio sea útil, más nos vale que demos con personas sinceras que sepan hacer críticas constructivas y más nos vale también a nosotros estar listos para no ofendernos.
Por último, hay que recordar que no podemos influir en los acontecimientos de la vida, pero sí en cómo los asimilamos y en hasta qué punto dejamos que nos afecten. Séneca dijo: «Cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables». Pues el autoconocimiento es exactamente la brújula que necesitamos para capear cualquier temporal.