Acaba de empezar el nuevo curso y es posible que estemos llenos de motivación, pero ¿estaremos igual el mes que viene? Veamos cómo mantenerla.
Hay cursos que los empezamos llenos de ilusión y ganas y, en cambio, el comienzo de otros nos hace sentir que nos drenan la energía.
Es normal: no siempre podemos estar anímicamente de la misma manera, pero precisamente eso nos dice que si lo que cambia es nuestra disposición psicológica o nuestra mentalidad, lo único que tenemos que hacer es modificarla y conseguiremos así encontrar motivación hasta debajo de las piedras.
Rituales de toda la vida
Hay ciertos rituales en el comienzo de cada curso que nos llenan de motivación. Los llevamos haciendo cada año desde que éramos pequeños y no deberíamos dejar de hacerlos porque ya no lo seamos. Quizá ahora no tengamos libros que forrar, pero sí que hay otras cosas.
Un nuevo curso merece una nueva agenda, un calendario para la pared, nuevos bolígrafos de nuestra marca favorita, marcadores para subrayar si se nos acabaron el año pasado, un cuaderno nuevo para tomar apuntes en clase…
Tampoco se trata de centrarse solo en cuestiones materiales, porque ese placer de estrenar boli dura cinco minutos.
Conseguir una buena motivación y que realmente dure tiene mucha relación con el interés que pongamos en lo que vamos a hacer, así que, como ritual de comienzo de curso es bueno que implantemos la sana costumbre de leer el temario de nuestras nuevas asignaturas, buscar las lecturas recomendadas y empezar a ojearlas, buscar quiénes son nuestros nuevos profesores y localizar algunas de sus publicaciones para conocer sus temas de trabajo.
El camino hasta conseguir el eTítulo universitario hay que planteárselo como se plantea una relación amorosa (sana). Es decir, que hay que cuidar que la costumbre y la monotonía de las rutinas no nos hagan perder las ganas. Por eso hay que interesarse por cada cosa y buscar siempre lo positivo, lo atractivo, lo apasionante.
El poder de la escritura
Nuestras manos escriben, a veces incluso sin que nos demos cuenta de lo que estamos pensando. Están conectadas con nuestra mente, con nuestras ideas y con nuestra memoria. Y, aunque ahora parezca que solo pueden teclear, lo cierto es que tienen más poder empuñando un bolígrafo.
Y no, esto no es un alegato en contra de la tecnología, simplemente compartimos la idea, avalada por la ciencia, de que la escritura manual es importantísima para recordar y para mejorar nuestra gestión emocional.
Por lo que, para tener motivación ahora y en el futuro es bueno que hagamos a mano un listado de nuestras metas, de lo que esperamos conseguir a lo largo del curso, de lo que queremos aprender, de los obstáculos que vamos a superar, etc.
Si a lo largo del año perdemos un poco el ánimo, solo tenemos que volver a leer lo que hemos escrito. Nos sentiremos mejor.
Motivación dispersada
Por mucho que nos apasione nuestra carrera, habrá momentos en los que la odiemos. Nuestra vida no puede estar centrada solamente en los estudios porque acabaríamos por venirnos abajo.
Necesitamos vías de escape que nos estimulen física y mentalmente, por eso, aunque parezca absurdo, una forma de mantener una buena motivación es hacer otras cosas a la par, como aprender a tocar un instrumento, ir a clases de idiomas, apuntarnos a bailes de salón o a judo. Da igual lo que sea, lo importante es que tengamos unas horas semanales en las que ocupemos el cerebro en otras cosas.
Cambiar de aires y ganar recompensas
Lo mejor es que llevemos un horario regular, que durmamos 8 horas, que vayamos a clase y que luego estudiemos siempre en el mismo sitio tranquilo.
Esto es lo ideal para tener un buen hábito de estudio y para tener un buen nivel de concentración, pero tras unas cuantas semanas así, si no vemos más paisaje que el de la ventanilla del autobús, el campus y la ventana de nuestra habitación, es posible que nos dé un telele.
Hay que salir y ver cosas nuevas. No hablamos, claro, de ir de bares (lo que es importante, pero que, como también lo acabamos por convertir en rutina, no cuenta), sino de ver naturaleza, andar por el campo, acudir a una exposición, un concierto, pasear por la playa y echar un vistazo al horizonte y cosas por el estilo.
Hablamos de que, para mantener la motivación, es importante recompensarse por un trabajo bien hecho. Darse pequeños caprichos, como un fin de semana de acampada o visitar otras ciudades pueden usarse como un sistema de pequeñas recompensas que nos vayamos poniendo a lo largo del curso una vez que hayamos cumplido una serie de objetivos.
Por ejemplo, si entregamos un buen trabajo para la asignatura «X» y nos ponen buena nota, nos iremos el próximo fin de semana de minivacaciones. Así, si perdemos la motivación por dicha asignatura, al menos podremos encontrar la fuerza para estudiarla autorrecompensándonos por hacerlo.
Si algo nos ha enseñado la pandemia de la covid es que no tenemos el control sobre nada de lo que pase en el mundo, solo lo tenemos sobre nosotros mismos y nuestra capacidad para ser resilientes, para ver las cosas de distintas maneras, para aceptar lo que nos toca vivir y para hacerlo de la mejor forma de la que seamos capaces.
No podemos cambiar el curso de un río, pero de nosotros depende decidir si lo recorreremos a nado, en piragua o en una colchoneta con forma de polo.