Si no tenemos el don innato de la productividad, al menos está el consuelo de saber que podemos aprender a que el tiempo nos cunda más.
Días de 50 horas
¿Nunca os ha pasado que habéis convivido con una de esas personas que, en vez de nacer con un pan debajo del brazo, vinieron al mundo con un giratiempo? Tú aún estás tratando de entender cómo se hacía para endulzar el café y ellos ya se han despertado, duchado, vestido, desayunado, repasado su agenda, mirado los apuntes de clase para estar al día con todas las asignaturas y, como les sobraba tiempo, se han leído Guerra y paz. Así son las personas productivas y, si nos resultan tan odiosas, es porque nos morimos de envidia. Hay que reconocerlo.
Hay personas que parecen tener días de 50 horas y, para compensar quizá, hay otras que tienen días que duran 3 horas y una de ellas se les ha pasado volando mientras miran el gotelé. ¿Por qué este reparto tan injusto? No tenemos la respuesta, pero sí la solución: hay que imitar el comportamiento de las personas que tienen una gran productividad para aprender de ellas.
Veamos cómo.
1. Moverse mejora la productividad
Aunque no seamos de los que disfrutan de una hora seguida de cardio a las 6 de la mañana, sí podemos empezar el día ejercitando el cuerpo. Con 15 minutos es suficiente, y mover todos los músculos y activar nuestra circulación nos hará sentirnos bien y cargados de energía para afrontar el día.
No hablamos de un plan para conseguir unos bíceps de acero, sino de, simplemente, poner a trabajar el cuerpo ligeramente y respirar de forma consciente para relajarnos, oxigenarnos y, finalmente, enfocarnos en las tareas que tenemos por delante.
2. Lo primero, lo peor
Para que cada día mejoremos nuestra productividad es mejor empezarlo haciendo las cosas que más nos cuestan o que menos nos gustan. Primero, porque estaremos menos cansados y segundo, porque así nos quitamos lo malo al principio y el resto siempre será solo ir a mejor y todo nos dará menos pereza.
3. Elige tu pájaro: alondras, colibríes o búhos
Aunque se hayan empeñado en decirnos que para ser alguien en la vida hay que despertarse cuando aún están encendidas las farolas, lo cierto es que los estudios sobre los ciclos circadianos nos dicen que hay personas que resultan más productivas por la mañana (alondras) y otras por la noche (búhos). Luego, hay también una gran mayoría que, a pesar de tener más tendencia a un horario u otro, se adaptan perfectamente a cualquiera de los dos (colibríes). Por lo que se sostiene que es más beneficioso que los horarios laborales se adapten a las necesidades de cada uno que obligar a todo el mundo a seguir un horario único vespertino.
¿Necesitamos madrugar para tener más productividad? Pues no. Lo que necesitamos es escuchar a nuestro cuerpo y tratar de no forzarlo. Si somos más de acostarnos a las mil, probablemente tengamos una alta productividad por la tarde o por la noche. Por lo tanto, siempre que sea posible, debemos adaptar los horarios a nuestras necesidades y no al revés.
Si vemos que llegar pronto a clase es una tarea durísima que no siempre conseguimos realizar, que cada vez que suena el despertador nos deprimimos y que cuando al fin llegamos a clase nos quedamos traspuestos en la mitad de las clases, igual es hora de buscar un cambio de horario apuntarnos a clases por la tarde o nocturnas. El eTítulo universitario no lo dan por madrugar, sino por estudiar, así que nosotros veremos cuándo lo hacemos mejor.
4. Autoayuda para una vida con más productividad
Lo que queda claro es que cada perfil de persona tiene unas horas de productividad mayores y luego, durante el resto del día, uno tira como puede. Por eso, un truco estupendo para mejorar nuestra productividad es hacerse la vida sencilla y reservar ciertas tareas para cada momento vital.
Si estamos en nuestra hora punta, es el momento de abordar las cuestiones más complejas de nuestro día a día: ir a clase, estudiar las asignaturas más complicadas, ponernos con ese trabajo que tenemos que entregar o buscar soluciones para acabar con el hambre y las guerras.
En cambio, en esas horas en las que nos sentimos menos productivos de lo que reflejan nuestras redes sociales, debemos dedicarlos a que nada se nos cruce en los momentos de alta productividad. ¿Cómo se hace eso? Fácil: siendo un poco previsores. Por ejemplo, hay que dejar lista la ropa y lo que necesitamos llevarnos a clase la noche anterior si nuestro momento más productivo empieza por la tarde.
Tener planificada la jornada de antemano va a eliminar todo ese tiempo que perdemos al día decidiendo cosas como si Gertrudis es o no un buen nombre para gato o cómo nos comportaríamos si Bad Bunny llamara ahora mismo al timbre para pedirnos un limón. Si ya sabemos qué tenemos que hacer en cada momento del día, vamos a aprovechar mucho mejor el tiempo y por eso es tan útil usar diariamente algún tipo de agenda y tener alarmas en el móvil con las distintas tareas y los horarios en las que debemos cumplirlas.
5. Metas sencillas
Puede que hayamos perdido credibilidad hacia nosotros mismos a raíz de decirnos cada noche eso de «mañana empiezo a cuidarme», pero con las metas pequeñitas es mucho más difícil fallar. Una buena idea para mejorar nuestra productividad es que cada día, además de las cosas que tenemos que hacer al día siguiente, nos marquemos dos o tres pequeñas metas.
Por ejemplo, anotaremos en la agenda que mañana, además de las tareas tipo «Llevar los apuntes para Mario» o «Pasar por el servicio de becas», tendremos como metas «Terminar el trabajo de Fundamentos del márquetin», «Empezar el libro Decir el mal» y «Poner una lavadora». Cumplir con nuestros objetivos nos hará sentir bien y nos dará menos pereza tener que hacer cosas.
6. Método GTD de productividad
Para su autor, David Allen, el método GDT (Getting Things Done) plantea la utilidad de crear listas de tareas para poder liberar la mente de todas esas cosas que tenemos que hacer.
Este método resulta muy eficaz para las personas que pierden un precioso tiempo tratando de recordar qué tenían que hacer, puesto que de lo que se trata aquí es de no recordar nada. Consultar nuestro listado a diario y actuar en consecuencia.
Además, Allen dice que cualquier nueva tarea que pueda hacerse en dos minutos debe hacerse inmediatamente.
Tener la cabeza libre de la obligación de buscar y jerarquizar las tareas hará que perdamos mucho menos tiempo y ganemos mucha productividad.
Probadlo y nos contáis qué tal.