Atención: los desordenados que no estén cómodos teniendo la ropa interior mezclada con los apuntes de clase que nos lean.
Los desordenados también tenemos cosas buenas
Todos conocemos a alguien (si estamos leyendo este post, puede que seamos nosotros mismos) que nada en el caos cual pececillo y deja tras de sí un rastro visible de todas las actividades que ha hecho durante el día.
Si se viste o se desviste, habrá ropa y zapatos tirados por toda su habitación; si se ducha, habrá ropa también en el baño y los productos que haya usado estarán fuera de su sitio; cuando cocine, todo estará por en medio y habrá usado una cantidad ingente de útiles de cocina; cuando estudie, todos los papeles estarán esparcidos como si hubiese pasado un tornado y si cambia de maceta una planta, el suelo estará lleno de tierra una semana.
La ciencia no se pone de acuerdo: hay estudios que dicen que ser desordenado es fatal para nuestro estado de ánimo y otros que dicen que es lo más para la salud, la creatividad e incluso para encontrar trabajo. Así las cosas, hay que apartar momentáneamente lo que diga el estudio de turno y tener una charla con nosotros mismos.
Si nos da exactamente igual el desorden y no molestamos a nuestros allegados, la ciencia nos da la razón, somos libres, creativos y maravillosos y no debemos cambiar nada.
Por el contrario, si vivimos angustiados porque los papeles se acumulan, nos sentimos mal al mirar nuestra habitación, discutimos con nuestra familia o pareja de forma constante, los plazos se pasan por alto y encontrar algo en casa se convierte en una búsqueda del tesoro, la ciencia también dice que el desorden no es bueno y aquí hay una guía que nos ayudará a cambiar los hábitos que nos perjudican.
¿Por qué necesitamos organizarnos?
La organización no es solo una cuestión estética. Ser desordenados puede tener un impacto negativo en nuestra vida diaria, ya sea en el trabajo, en los estudios cuando intentamos tener un eTítulo universitario o en nuestras relaciones personales. Nos cuesta más encontrar cosas, perdemos tiempo y el estrés aumenta.
Pero no hay de qué preocuparse; hay formas sencillas para empezar a organizarse.
Empezar poco a poco: el primer paso hacia el orden
Para algunos de nosotros, el simple pensamiento de ordenar algo puede resultar abrumador. Pero aquí la clave es empezar poco a poco. No hay que intentar organizar toda nuestra vida en un solo día. Podemos empezar con un cajón, una estantería o un pequeño espacio de trabajo. A medida que vayamos viendo progresos, nos sentiremos más motivados para seguir.
Como siempre, el problema de los desordenados no es ordenar algo puntualmente, sino mantenerlo así. Por eso es importante que empecemos a organizar aquellas cosas que menos usamos para asegurarnos de que un amplio porcentaje de lo que nos rodea se va a quedar en su sitio. Luego, seguiremos por lo que usamos algo más y finalmente organizaremos lo de uso diario, pero para llegar ahí tendremos que haber asumido unas sólidas rutinas de orden. Lo veremos enseguida.
Usar herramientas que faciliten la organización a los desordenados
En la actualidad, contamos con una amplia variedad de herramientas que pueden ser realmente útiles para los desordenados. Desde aplicaciones móviles hasta agendas físicas, hay opciones para todos los gustos y necesidades. Lo importante es encontrar lo que funcione para nosotros y utilizarlo de manera constante.
Establecer una rutina diaria
Una de las claves para mantener el orden en nuestra vida es establecer una rutina.
Podemos empezar planificando nuestra jornada y seguir ese plan tanto como sea posible. Esto incluye establecer momentos específicos para las tareas del hogar, el estudio, el trabajo y el tiempo libre. Si tenemos un horario bien marcado, será más sencillo que no nos despistemos. La constancia nos ayudará a mantenernos en el camino correcto.
Hay que tener en cuenta que los desordenados priorizamos otras tareas, es decir, no dedicamos tiempo a ordenar porque le damos más importancia a lo que sea que queramos hacer en lugar de dárselo al acto de recoger. Esto hace que se nos acumule el trabajo y que el tiempo que vamos a necesitar para poner las cosas en orden aumente hasta rozar el infinito, con lo cual, la pereza que nos da ponernos a ello también aumentará de forma directamente proporcional.
La solución es simple: hay que vencer esa pereza, priorizar el orden diario y no dejar que la montaña de ropa crezca hasta convertirse en uno de los ochomiles más codiciados por los alpinistas.
Buscar apoyo para desordenados si fuera necesario
No debemos sentir vergüenza si nos sentimos abrumados por el desorden y queremos pedir ayuda. Puede ser un amigo, un familiar o incluso un profesional. A veces, una perspectiva externa puede ofrecernos nuevas ideas y motivarnos para hacer los cambios necesarios.
Disfrutar del proceso y celebrar los logros
Organizarse no tiene por qué ser una tarea tediosa y aburrida. Podemos hacerlo divertido y disfrutar del proceso. Vale, es verdad, esta es la típica charla motivadora que nadie se cree porque, cuando somos desordenados no es, precisamente, porque nos encante lo de doblar camisetas y colocar las sartenes. ¿Las ollas y sus tapas? pura diversión ¬¬.
Tener que ir ordenando todo a nuestro paso en vez de lo contrario es antinatural para nosotros, pero nuestra salud mental y la de los que nos rodean dependen de que interioricemos unas simples rutinas que hasta un escarabajo pelotero sabe hacer y, por lo tanto, debemos esforzarnos.
Probablemente nunca jamás disfrutaremos colocando los calcetines por colores y en compartimentos diferentes del cajón, pero se llevará mejor si lo hacemos con música, con un podcast, a la vez que charlamos con algún amigo o mientras vemos nuestra serie favorita. Lo que sí vamos a disfrutar es con la de tiempo que ganaremos después cuando no tengamos que pasar 20 minutos buscando la ropa que queremos usar cada mañana.
Celebrar los pequeños logros nos motivará a seguir adelante, así que si conseguimos tener todo ordenado una semana tendremos que premiarnos un poco. Algo más, si conseguimos no ser desordenados durante un mes y, si pasamos un año manteniendo las cosas en su sitio, el trabajo está hecho y ya no tendremos que nadar en el caos nunca más: podemos celebrarlo a lo grande.
Recordemos que cada pequeño paso cuenta y que el objetivo final es mejorar nuestra calidad de vida.