Ante la redacción de los trabajos más importantes tendemos a emplear un lenguaje académico, pero quizá no lo estemos haciendo bien.
El lenguaje académico se cuela en el cerebro
Al enfrentarnos a la tarea de redactar nuestro Trabajo de Fin de Grado (TFG) o Trabajo de Fin de Máster (TFM), es común preguntarse sobre el uso del lenguaje académico. ¿Es realmente necesario? ¿Seré capaz de escribir así?
A lo largo de nuestros estudios universitarios, hemos leído un millón de textos que casi parecen escritos por la misma persona o por un grupo de autores perteneciente a una misma corriente estilística (muy poco estilística por lo general), lo que, seguramente, ha conseguido que pensemos que es así como hay que escribir.
De hecho, es común que hayamos sentido que nuestra propia forma de escribir se ha ido transformando hasta casi emular por completo una serie de fórmulas narrativas y terminología que hemos visto repetidas hasta la saciedad en el material académico que hemos ido consultando.
La importancia del lenguaje académico
Su objetivo principal es comunicar ideas de manera precisa y profesional. Utilizar este estilo de lenguaje nos permite:
- Mostrar rigor académico: Demuestra que comprendemos y podemos aplicar el conocimiento especializado de nuestra disciplina.
- Aportar credibilidad: El uso adecuado del lenguaje académico puede hacer que nuestras ideas sean tomadas más en serio.
- Facilitar la evaluación: Los evaluadores están acostumbrados a este tipo de lenguaje y esperan encontrarse con un estilo formal y técnico.
Pero… ¿qué es realmente lenguaje académico?
El hecho de que la mayoría de los textos recomendados durante la carrera sean similares no significa que nosotros también debamos redactar así, significa que sus autores no son grandes escritores y que se han preocupado más de qué se dice que del cómo se dice.
Para que nos entendamos: el lenguaje académico solo nos marca unas pautas que debemos seguir para construir un texto que sea académicamente válido. Es más un manual de estilo que una forma de escritura, lo que significa que nos va a marcar el interlineado, el tipo de letra, la forma en la que hay que citar y dónde, los márgenes, cómo reflejar la metodología usada en nuestra investigación, extensión…
Por lo tanto, tendremos que citar como nos indican (generalmente en estilo APA), pero no tenemos por qué redactar de la misma manera.
La escritura es como la huella de nuestro pensamiento y si todos lo hacemos igual, es que hemos perdido la capacidad de pensar por nosotros mismos.
Así las cosas, en un trabajo académico habrá que usar un lenguaje correcto y la jerga propia de nuestra rama del conocimiento. También tendremos que seguir las normas de formato que nos den, pero no hay por qué redactar de la misma manera que todos los demás.
Lo feo del lenguaje académico
Qué gusto da cuando cogemos un texto que tenemos que estudiar y lo entendemos a la primera. Qué maravilla cuando nos hace aprender sin hacernos sentir imbéciles. Qué placer cuando, además, el estilo narrativo nos permite disfrutar de su lectura.
¿Cuántas veces pasa esto desde que entramos en la facultad hasta que conseguimos nuestro eTítulo universitario?
Según el grado que hayamos elegido, puede que hasta nos sobren cuatro dedos de una mano para contarlos.
Lo feo del lenguaje académico es que se ha olvidado de que el cómo se cuentan las cosas importa mucho. Se ha olvidado de que cuidar la redacción (no solo el formato) es una muestra de respeto hacia los lectores. Se ha olvidado de la importancia de la claridad.
Quintiliano decía que «La meta de la claridad significa no que pueda entenderse lo que decimos, sino que no pueda, en modo alguno, no entenderse».
¿Cuántas veces hemos vuelto atrás en un texto académico porque no lo entendíamos? La primera vez, puede ser culpa nuestra por habernos despistado, la segunda, es culpa del autor por no haberse expresado con claridad.
Lo aún más feo del lenguaje académico
¿Qué pasaría si un brillantísimo alumno o alumna de Historia leyese uno de los típicos textos académicos de Derecho Procesal? ¿Qué pasaría si una brillantísima alumna o alumno de Robótica leyese un texto académico típico de Morfología de la Lengua Española?
¿Qué pasaría si una persona que no ha estudiado más que la enseñanza obligatoria leyese un texto académico de cualquiera de los conocimientos que son esenciales para su vida como, por ejemplo, los de Medicina o Derecho?
Un día pasó que nos repartimos los saberes y nos guardamos celosamente sus hallazgos científicos para nosotros, para cada gremio. Lo hicimos, que nadie nos engañe, por una lucha de poder y, para mantener nuestra pequeña parcela, codificamos el conocimiento. La jerga académica y su particular forma de expresión es el código y a él solo tendrán acceso las personas que pertenecen al gremio o las que se están iniciando en él.
El conocimiento, la cultura, no debería ser elitista, sino accesible para cualquiera y es en el lenguaje académico donde podemos incidir para que amplíe su alcance.
Veamos cómo hacerlo:
Explicar términos especializados
Cuando utilicemos terminología específica, es importante definir estos términos la primera vez que aparecen. Esto no solo ayuda a la comprensión, sino que también demuestra nuestra capacidad para explicar conceptos complejos de manera clara.
Usar un lenguaje claro y conciso
La claridad y la concisión son clave en cualquier tipo de escritura. En lugar de utilizar frases largas y complicadas, optemos por oraciones cortas y directas. Esto no solo hace que nuestro trabajo sea más fácil de leer, sino que también reduce el riesgo de malentendidos.
Evitar la jerga innecesaria
Aunque algunos términos técnicos son necesarios, debemos evitar la jerga innecesaria que pueda confundir al lector. Si podemos expresar una idea con palabras más simples sin perder precisión, es preferible hacerlo.
Incorporar ejemplos y analogías
Los ejemplos y las analogías son herramientas efectivas para explicar ideas complejas. Comparar un concepto académico con algo más familiar puede facilitar su comprensión y hacer que nuestro trabajo sea más interesante.
Revisar y pedir retroalimentación
Es fundamental revisar nuestro trabajo y solicitar retroalimentación antes de entregarlo. Leer en voz alta puede ayudarnos a detectar frases confusas o demasiado complejas. Además, pedir a alguien que no esté familiarizado con el tema que lea nuestro trabajo puede proporcionar una perspectiva valiosa sobre la claridad del texto.
Mantener un tono profesional pero accesible
Nuestro tono debe ser profesional, pero eso no significa que deba ser distante o inaccesible. Un tono correcto pero cercano puede hacer que nuestro trabajo sea más atractivo y comprensible, sin perder la seriedad que requiere un texto académico.