En realidad no es tan raro. Aunque el márquetin navideño haga todo lo posible por venderte que las navidades son lo más, lo cierto es que hay miles de personas en tu misma situación.
Una vez que dejamos atrás la infancia y la magia desaparece, es normal que empecemos a apreciar ciertos detalles navideños que nos resultan molestos, como tener que soportar a tu tío hablando de lo mal que está la economía mientras se zampa los langostinos a dos carrillos, las grandes aglomeraciones, el estrés de encontrar regalos si además no estamos sobrados de pasta, los villancicos a todo volumen en el supermercado, la decoración kitsch, los gorritos de Papá Noel, volver a vivir con tus padres después de un trimestre de independencia…
La cuestión es que tienes mil razones para que no te gusten, pero tampoco vas a poder evitarlas (salvo que puedas permitirte largarte a Taiwan hasta el nuevo comienzo del curso), así que lo más lógico es intentar pasarlas con estoicismo y de la mejor manera posible.
- Negocia: si tienes que estar en las comidas y cenas familiares, trata de llegar al acuerdo de que te dejen marchar al terminar en vez de quedare a escuchar las interminables tertulias sobre política o sobre el discurso del rey.
- Trata de fijarte en las cosas agradables: si concentras tu atención en el ruido que hace al comer el nuevo novio de tu madre o en lo mucho que grita tu prima de tres años, acabarás de los nervios. Fíjate mejor en lo buena que está la comida, en lo feliz que está tu madre ahora que ha encontrado el amor o en lo emocionado que está tu tío jugando con su niñita. Todo es relativo, y el mal rollo también, si te focalizas en lo malo será peor para ti.
- Cuidado con las expectativas: si te condicionas pensando que lo pasarás fatal, solo verás lo negativo y si aspiras a disfrutar como en tu vida, es posible que te decepciones. Trata de no hacerte ideas preconcebidas y de entender que no es necesario (ni posible) estar feliz y pasándotelo pipa 24 horas al día.
- No entres en discusiones que no te van a aportar nada: si ves que tus familiares aún no respetan tus opiniones como adulto, no te molestes en dárselas y consentir que luego te hagan sentir mal. A los mayores a veces les cuesta entender lo rápido que crecen los jóvenes y tienden a ser condescendientes con ellos y a no tener en cuenta sus argumentos. Si sabes que hablar con ellos de temas delicados va a hacer que te sientas mal, mejor no lo hagas. Reserva los debates para cuando estés rodeado de gente que te vea como un igual.
- Intenta ser positivo: sí, no te gustan las navidades, pero seguro que te gustan las vacaciones, los regalos, ver a gente a la que echabas de menos, tener tiempo libre, irte de fiesta… Depende de ti ver el lado bueno de las cosas y disfrutar de estas fiestas a tu manera. Eso no quiere decir que cedas a la presión social y vayas cantando villancicos de puerta en puerta, sino que aproveches la parte que te gusta y aguantes estoicamente la que no. Al fin y al cabo, pasarlo bien solo depende de ti.
¡¡Felices fiestas!!