¿Te molesta que se hagan políticas de «discriminación positiva»? ¿Crees que un lobby feminista te quita tus plazas? Pues lee esto y entérate de qué va.
La Universidad de Castilla-La Mancha (por cierto, adherida a eTítulo) ha puesto en marcha una medida para solventar un problema de discriminación de género que se basa en premiar con un punto más a aquellas tesis doctorales que hayan sido dirigidas por mujeres y, como siempre, la medida ha sido criticada por ciertos colectivos que se empeñan en no entender de qué van estas cosas. Para empezar, hay que puntualizar que «discriminación positiva» es una mala traducción que induce a estos errores de pensamiento; por lo tanto, es mejor que nos acostumbremos a entender la expresión como lo que es: acciones positivas, no acciones discriminatorias.
Affirmative actions
Las llamadas affirmative actions o lo que aquí llamamos «discriminación positiva» son políticas ideadas en Estados Unidos a partir de 1865. En aquella época se había abolido la esclavitud, pero las familias negras no tenían recursos para mantenerse, así que se propuso la división de la tierra y los bienes para dárselos a estas familias y que pudieran ser realmente libres. Desgraciadamente, no se llevó a cabo y hasta los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, durante el Movimiento por los Derechos Civiles, no volvieron a resurgir este tipo de medidas.
Las políticas de «discriminación positiva» no tratan de discriminar (y por eso la traducción es tan nefasta), sino de paliar la discriminación. Se trata de analizar las circunstancias personales y sociales de minorías y grupos tradicionalmente oprimidos e intentar compensar la balanza otorgándoles ciertas facilidades para que puedan tener las mismas oportunidades y derechos que el resto de los ciudadanos.
Lo que no molesta
La «discriminación positiva» no es tan rara. La vemos a diario y nos parece bien; la vemos en las plazas reservadas para personas con movilidad reducida, en las rampas que se construyen para facilitar su acceso o en los baños públicos reservados para ellos. Nadie en su sano juicio pondría el grito en el cielo porque hayan puesto una rampa de entrada en un hospital o en un autobús y no se la hayan puesto para él. Nadie que tuviera un mínimo de sentido común sentiría que le están discriminando por caminar sin problemas.
Y lo mismo pasa con las becas para estudiar. Es de lógica que se facilite el acceso a los estudiantes con menos recursos, ¿no? Lo que no tendría ningún sentido es que se dieran becas a personas a las que les sobra el dinero. Se trata de ayudar (con el dinero de todos) a aquellos que más dificultades tienen porque, si no se hiciera así, nadie que provenga de una familia humilde podría jamás optar a ciertas profesiones.
Si no hubiera becas, terminaríamos con unos problemas de clasismo aún mayores de los que ya tenemos porque los hijos de las familias muy humildes solo podrían acceder a la enseñanza obligatoria, los hijos de las familias de clase media podrían ir a la universidad (quizá) y solo los hijos de las familias adineradas podrían hacer másteres, doctorados, cursos de especialización y demás, con lo cual, la gente nacería y crecería en un mundo inamovible. Un mundo en el que los ricos siempre mantendrán el poder y los pobres siempre serán pobres y sufrirían discriminaciones por serlo. Sí, se parece preocupantemente a la realidad, pero ahí está la criticadísima «discriminación positiva» para intentar paliar ese problema y equiparar la balanza. No es tan malo, ¿no?
Lo que sí molesta
De todas las acciones afirmativas que se llevan a la práctica en el mundo hay algunas que, por alguna razón (o sinrazón), molestan a la gente y se hacen noticia. Y estas medidas molestan porque tienen relación con temas o personas que por razón de sexo, identidad sexual o procedencia incomodan a otras personas. Para decirlo directamente, las medidas polémicas son aquellas que favorecen a las mujeres, a los inmigrantes, homosexuales, transexuales o a las minorías discriminadas culturalmente, que en España son, sin lugar a dudas, las personas de etnia gitana.
¿Y por qué molestan estas medidas? Pues por dos cosas fundamentales: por desinformación y porque somos machistas, homófobos y racistas.
Si podemos entender que las personas con movilidad reducida necesitan rampas o que los estudiantes de procedencia humilde necesitan becas, ¿por qué no entendemos que las mujeres, los inmigrantes, las minorías o las personas LGTBI necesitan ciertas ayudas?
Con solo mirar un poquito a nuestro alrededor y usar nuestra empatía podemos ver que históricamente se ha discriminado a estos colectivos y que aún hoy sufren esta discriminación aunque, en algunos casos, sea de forma sutil. Cuando se destinan ayudas a inmigrantes la gente pone el grito en el cielo incluso sabiendo que el hecho de que ayuden a estas personas no les restará beneficios a los demás. Ningún Estado se arruinará jamás para ayudar a personas desfavorecidas ni nos darán a los nacionales una paguilla extra al final de año en concepto de «lo que nos hemos ahorrado dejando que la gente se ahogue en el mar». En cambio, la inmigración sí aporta múltiples beneficios a la sociedad tanto culturales como económicos, aunque ese es tema para otro post.
Cuando desde la Universidad de Castilla-La Mancha deciden otorgar un punto extra a las tesis dirigidas por mujeres, no buscan que los directores de tesis varones o los doctorandos y doctorandas con un director varón sean discriminados, lo que buscan es corregir una situación social discriminatoria en la que el varón siempre es visto culturalmente como una persona de mayor rango y autoridad en su materia, por lo que es lógico que los doctorandos busquen, consciente o inconscientemente, a varones para dirigir sus tesis. Dando un punto más a las tesis dirigidas por mujeres tratan de poner a las académicas en el punto de mira de los estudiantes y así, con el tiempo, paliar esa discriminación de género que se está dando.
Medidas temporales
Las políticas de «discriminación positiva» están tratando de hacer que una situación que causa desigualdad se corrija. No es una cuestión de justicia en el sentido estricto (aunque en realidad sí), sino de igualdad.
Si tenemos tres personas y cuatro manzanas para repartir, lo justo sería darle una y un tercio a cada uno; pero si lo que queremos es actuar con igualdad, no podemos ignorar que el primero tenía ya tres manzanas, el segundo tiene dos y el tercero ninguna. En este caso, aplicando la «discriminación positiva» no le daríamos ninguna manzana al primero, le daríamos una al segundo y tres al tercero. El resultado es que todos tendrían tres manzanas y serían iguales manzanísticamente hablando. Pero según están las cosas, en vez de estar todos contentos, el primero llamaría a los medios de comunicación y apoyado por el segundo harían una campaña contra el tercero diciendo que es un vago que les roba las manzanas. ¿Os resulta ridículo? Pues es exactamente lo que está pasando.
Una acción positiva está pensada para que todos podamos acceder a lo mismo, que todos seamos iguales y, para eso, a veces hay que dar un poco más al que tiene menos (sea en términos materiales o no), pero no son políticas pensadas para la eternidad, sino para actuar mientras haya una desigualdad. En el momento en el que los estudiantes sepan que son tan válidas las académicas como los académicos, buscarán a sus directores de tesis por apreciaciones realistas sobre su currículo, afinidad o capacidad y podéis estar tranquilos porque la Universidad de Castilla-La Mancha retirará esa medida que ya habrá cumplido su cometido.
La analogía es tramposa desde el principio. Una persona con discapacidad, o un estudiante sin recursos sufre de una situación de desventaja objetiva y objetivable. Es una circunstancia material que produce una desventaja por definición. Algo muy distinto a otorgar ventajas por rasgos identitarios en base a análisis subjetivos fuertemente ideologizados. Hablando claro: ser mujer no es una discapacidad, Puede que en determinados ambientes se sufra discriminación. En otros muchos no. Y en otros tantos, como ahora en esta universidad, es una clara ventaja.
Las notas de las tesis doctorales deben seguir un criterio: la calidad científica del trabajo presentado. El sexo, orientación sexual o pensamiento político, o cualquier variable que se te ocurra del director de tesis (o del doctorando) es completamente irrelevante. (Con todo lo dicho, si a alguien se le ocurriera dar un punto más a las tesis dirigidas por personas con discapacidad, sería una animalada de propuesta igualmente).
En primer lugar deberíamos preguntarnos ¿De verdad existe un problema? ¿De verdad los estudiantes buscan más hombres que mujeres como directores de tesis? Eso requiere demostrarse y aquí no se pone un solo dato que lo avale. Y si es así ¿Esto se debe a una discriminación inconsciente, o a otros factores? Esto requiere de un ejercicio reflexivo y analítico (y no vale venir con la conclusión ya sacada de casa). Una vez hemos llegado a este punto es en el que habría que pensar soluciones. ¿Y que solución proponemos? ¿Una campaña de concienciación? No genera ningún perjuicio a nadie, y tiene efectos más que demostrados. Pues no. Decidimos generar una política completamente discriminatoria y que roza lo insultante.
Pero vamos, que sólo con la reflexión entre las ayudas económicas a los inmigrantes y dejar que se ahoguen en el mar (que que narices tendrá que ver una cosa con la otra) o soltar alegremente ese calvinismo izquierdista de que todos somos machistas, homófobos y racistas así por predestinación deja muy claro el nivel de este post.
Un saludo.
Desde mi punto de vista, el término «discriminación positiva» está bien utilizado, aunque suene fuerte escucharlo. Sería conveniente decir «ACCIONES POSITIVAS para lograr igualdad de derechos y oportunidades».
El término «discriminación» siempre fue utilizado para agredir a un grupo social por determinadas características, tildándolas de inferiores.
Creo que el Estado es el que debería estar presente para educar a la sociedad, ya que de esta forma disminuirían los casos de discriminación y podrían brindar a los grupos sociales discriminados las herramientas necesarias para poder lograr la igualdad de derechos y oportunidades.