Si llega la temporada de exámenes y estamos locamente enamorados o tenemos otras emociones que nos afectan, nos va a costar estudiar, pero se puede.
De esfuerzos y sacrificios
Terminar una carrera y obtener nuestro eTítulo conlleva muchos sacrificios, pero, cuando pensamos en ellos, nos suelen venir a la cabeza cuestiones referidas al tiempo y al esfuerzo: las horas de estudio, preparar los exámenes, llevar al día los apuntes, ir a clase cada mañana…; aunque el verdadero sacrificio es compatibilizar todo esto con cuestiones emocionales cuando esas emociones nos superan.
Los estudiantes estamos acostumbrados a ciertos niveles de estrés. A veces los gestionamos mejor y otras peor. En ocasiones (sobre todo en temporada de exámenes o cuando hay que entregar trabajos importantes como la memoria de prácticas, el TFG o el TFM), el grado de estrés que llegamos a soportar es tan alto que, si no fuese temporal, nos mataría. Literalmente. Pero ¿y si a esas épocas de elevadísimo estrés le sumamos también una alteración emocional paralela? Aquí está el quid de la cuestión: cómo hacer para compatibilizar ambas cosas y no desarrollar después un síndrome de estrés postraumático.
Yo, de mayor, quiero ser un robot
A veces es el amor, a veces el desamor. Puede ser una traición, una discusión intensa con nuestros padres o hermanos, un trabajo perdido que nos permitía subsistir, un amigo que nos falla gravemente o algo aún más grave: la enfermedad de un ser querido o incluso una muerte en la familia.
Y si todas estas emociones ya son difíciles de compatibilizar con el día a día, más aún cuando nos pillan en medio de esos horribles momentos de elevadísimo estrés académico.
Para explicar un poco mejor qué cosas podemos hacer para tratar de cumplir con nuestras obligaciones académicas (y ya avisamos de que no hay una única solución mágica y de que habrá que hacer un gran esfuerzo personal), vamos a tomarnos un momento para hacer una distinción importante entre las emociones negativas y el amor (el maldito amor).
Saber gestionar una emoción positiva no es algo tan sencillo como pueda parecer a priori y, al igual que cuando nos afectan emociones negativas, el problema no está en la emoción en sí, sino en su intensidad.
Viva el amor (o que no viva)
El amor es un sentimiento maravilloso; nos engrandece, nos abre la mente, nos aporta vivencias únicas; pero estaremos de acuerdo en que no es igual de perturbador amar cuando ya llevamos un tiempo haciéndolo que cuando nos acabamos de enamorar.
Y sí, el amor es genial, pero que nos coincida ese inicio del enamoramiento o la angustia vital de no ser correspondidos con una temporada de exámenes o con la entrega de un trabajo importante, no es maravilloso para nada. Más bien lo contrario.
La verdad es que el amor nos vuelve imbéciles del todo. Nuestro organismo se llena de sustancias químicas que se producen en la corteza cerebral (como la dopamina, la oxitocina y la feniletilamina, aunque en una proporción 7000 veces mayor de lo normal. Sí, has leído bien, 7000) y que nos convierten en seres absurdos que no paran de mirar el teléfono por si ha llegado otro WhatsApp o para releer los anteriores o para contarle a un amigo con mucho aguante lo que ponía en esos mensajes. Revisamos fotos, mandamos memes, canciones y demás tonterías sin parar, nos palpita el corazón como si tuviésemos arritmia cardíaca crónica, dormimos fatal, estamos sexualmente excitados de forma constante y sentimos eso que llaman «mariposas en el estómago». Si tuviésemos todas estas sensaciones sin estar enamorados, nos ingresarían en urgencias.
Compaginar este cóctel mental con los estudios y que no bajen nuestras notas será complicado, pero se puede hacer con una voluntad férrea y, si es posible, con una pareja que entienda por lo que estamos pasando y no nos altere mandándonos canciones de amor cada 10 minutos. No queda otra que hablarlo con ella y organizarlo.
Habrá que fijar un horario de uso del móvil de forma que sepamos que no habrá mensajes hasta el momento pactado y evitar las ensoñaciones todo lo posible. Si vemos que se nos va la cabeza a lo bien que lo pasamos ayer, hay que cortar cuanto antes y retomar la concentración.
Aquí solo queda entender una cosa: si queremos sacar las mismas notas que antes de conocer al amor de nuestra vida del mes, hay que echar más horas. Punto. Así que si se acerca la época de exámenes y vemos que estamos en plan tonto, mejor empezar antes a estudiar. No hay más.
Otra cosa es que tengamos la suerte de que el objeto (sujeto) de nuestros deseos vaya a nuestra misma clase. Entonces es mejor que vayamos juntos a la biblioteca y que nos preguntemos el temario mientras nos hacemos arrumacos. Así nos quitamos la parte del anhelo y hacemos trabajo en equipo.
Cuando llegan los problemas
En cuanto a las emociones negativas hay de todo, pero igualmente pueden conseguir, en función de su intensidad, que no nos concentremos fácilmente o que sintamos un dolor emocional tan fuerte que directamente nos noquee.
Igual es absurdo puntualizar esto porque es de sentido común, pero por si las moscas y antes de entrar en cómo estudiar cuando tenemos algún problema emocional, es importante decir que ante la pérdida o enfermedad grave de un familiar cercano, ante un impacto emocional de estas características, cada uno verá cómo se maneja, pero perder una evaluación o incluso un curso completo no es el fin del mundo y, además, si hablamos con los profesores de nuestra situación, seguro que estarán encantados de aplazarnos el examen. Añadir más estrés y angustia sumando exámenes a lo que nos está pasando no es aconsejable (salvo que, en vez de estresarnos, nos sirva como vía de escape para desconectar del dolor).
En cuanto a los problemas sobrevenidos de índoles menos extremas pero que nos restan concentración, ganas de vivir (metafóricamente hablando) y nos angustian, podemos hacer varias cosas:
- Perder un par de horas en encontrar una posible solución: Si hemos discutido con nuestra pareja, con un amigo íntimo o con nuestros padres, la primera orden del día es ver si podemos hacer algo para solucionarlo y evitar pasar el resto del día dándole vueltas al asunto. Igual estamos furiosos, tristes o muy preocupados, pero lo primero son nuestros estudios, y por eso, es momento de bajar los humos y buscar alguna solución. En los problemas interpersonales, el diálogo es la clave; así que debemos intentar arreglar las cosas usando habilidades sociales como la capacidad de negociar, la asertividad y la empatía. Si no da resultado, también podemos decir: «Esto que está pasando entre nosotros es importante para mí y me afecta tanto como a ti, pero ahora mismo estoy de exámenes y no puedo hacer frente a las emociones que me produce. Quiero que sepas que sé que tú también lo estás pasando mal y eso me importa, pero no me queda más remedio que aplazar esta discusión. El día X termino los exámenes y me encantaría que pudiésemos hablarlo entonces. Además, así dejamos que esto se enfríe y nos será más fácil encontrar soluciones». Ya está. Ahora solo nos queda pensarlo lo menos posible y ponernos a estudiar.
- Cuando las cosas no tienen solución: Hay gente que repite el dicho absurdo de «si algo tiene solución ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene ¿para qué preocuparse?». No sabemos si esta gente vive en marte, si tienen algún tipo de sociopatía o si es que han alcanzado el nirvana y ya nada les afecta, pero para la gente normal que tiene sentimientos, estas tonterías de autoayuda para memos no nos sirven de nada. Es cierto que hay que tratar de relativizar los problemas y poner las cosas en su lugar tratando de no magnificarlos, pero las emociones son emociones y no podemos ni debemos evitar sentirlas. La única ventaja aquí es que nos conocemos a nosotros mismos de toda la vida y sabemos qué puede ayudarnos o qué cosas podríamos empezar a practicar para mejorar el control sobre nuestras emociones.
Algunas ideas para recuperar la concentración
- Hay personas a las que les funciona meditar y podrían hacerlo durante unos minutos antes de empezar a estudiar o cuando vean que aparecen pensamientos obsesivos que los desconcentran.
- Hacer deporte también nos ayudará. Si nos vemos agobiados y no nos enteramos de lo que leemos, es un buen momento para hacer un parón y salir a correr 15 minutos.
- Empezar el día estudiando lo más difícil y dejar lo que nos gusta para después nos permitirá mantener más tiempo la concentración.
- Otra cosa que funciona pero que requiere algún tiempo de entrenamiento es evitar pensar en los problemas cuando estamos en nuestro lugar de estudio. Si vemos que empezamos a darle al coco, hay que salir de ahí y elegir otro cuarto para dedicar un rato a flagelarnos. De esta manera terminaremos por asociar que hay zonas de la casa que son para estudiar y otras que son para pensar y, como nuestro cerebro es muy tonto en el fondo, acabará por acostumbrarse a no importunarnos cuando no debe.
- Es importante evitar los pensamientos obsesivos todo lo posible. Tenemos un problema, es verdad, pero ahora no es el momento de darle vueltas, sino de estudiar; así que, si vemos que empezamos a desconcentrarnos, cambiemos de materia y de técnica de estudio. Si siempre leemos y luego resumimos, cambiemos a recitar en voz alta y hacer mapas mentales. Al cambiar la rutina haremos un esfuerzo extra que conseguirá que nuestro cerebro se ponga a trabajar en lo que debe.
- A pesar de que estemos sufriendo, es importante mantener las rutinas: aunque el cuerpo nos pida quedarnos en la cama llorando o ver series sin parar, hay que levantarse, ducharse y comer adecuadamente y mantener un horario. Así nos sentiremos menos miserables y poco a poco cogeremos el ritmo.
La vida es así: pasan cosas desagradables que no merecemos y que nunca nos pillan en buen momento, pero aprender a compartimentar un poco nuestra mente y a mantenernos funcionales a pesar de las adversidades también forma parte de crecer y hacerse adulto.
Mucho ánimo.