Una exposición oral puede darnos más miedo que un ejército de zombis, pero hay técnicas que nos ayudarán a superar nuestros miedos. Te las contamos.
De todas las experiencias (algunas magníficas, otras espantosas) que vivimos en la universidad desde que empezamos hasta que nos graduamos y nos dan nuestro eTítulo, la de tener que hacer una exposición oral suele resultar especialmente traumática. Y es que hablar en público da mucha vergüenza, pero, como todo se entrena, vamos a ver una serie de trucos que conseguirán que terminemos por dominar las presentaciones sin problema.
Alguien al volante
Cuando nos enfrentamos a una exposición oral tendemos a visualizar todas las cosas que pueden salir mal y, para colmo, lo visualizamos en bucle. Nos vemos tartamudeando, quedándonos en blanco, tropezándonos… No hay que dejar que nuestro miedo tome el control. Los pensamientos negativos debemos apartarlos y centrarnos en usar el sentido común.
Resulta que nos pasamos hablando en público todo el tiempo en cuanto nos reunimos con más de una persona. Que nuestros compañeros van a pasar por lo mismo que nosotros y no están ahí como buitres esperando vernos caer, que los docentes no van a bajarnos la nota si no parecemos Martin Luther King declamando aquello del «I have a dream».
Hay que aprender a controlar nuestros pensamientos. Hay que ponerse al volante y desdramatizar todo esto del trauma de hacer una exposición oral. Realmente no es para tanto.
Estructurar la exposición oral
Lo suyo es que la exposición oral comience con una pequeña introducción en la que resumamos de qué vamos a hablar, luego desarrollemos el tema y después cerremos con una conclusión breve y contundente que deje a los oyentes con buen sabor de boca. Es importante que tratemos de hacer la exposición oral lo más amena posible para que la clase atienda y el profesor no se aburra.
Apoyo visual
No solo es imprescindible acompañar la exposición oral de un buen apoyo visual para que todo salga bien y la gente nos escuche, es que, además, si nos curramos una buena presentación con muchas imágenes, vamos a quitarnos un montón de miradas de encima, lo que nos ayudará a mantener la calma.
Ensayar hace la perfección
Cuanto mejor preparados vayamos, menos nervios tendremos y más fluido saldrá todo. Debemos conocer el tiempo que tenemos para hacer la exposición oral y practicar con un cronómetro. También es bueno ensayar con público, así que es el momento de abusar de amigos y familiares para que nos echen una mano y nos comenten sus impresiones.
Cuanto más practiquemos, más tranquilos estaremos cuando llegue el momento de la exposición oral y mejor nos saldrá.
Leer no queda bien
Ya que hemos ensayado, no nos hace falta leer. Entendemos que ponerse un taco de folios frente a la cara es tentador, pero queda fatal y seguramente temblarán junto con nuestras manos nerviosas. Nos lo sabemos. Lo único que necesitamos son unas pequeñas fichas por si los nervios nos hacen perder el hilo, nada más.
Cuidar el lenguaje
Ni demasiado formal ni olvidando dónde estamos. Lo más indicado es que usemos un lenguaje con el que nos sintamos cómodos. Ni exceso de palabras técnicas ni tonos forzados. Debe sonar lo más natural posible y no solo porque así nuestros compañeros no nos verán tratando de aparentar algo que ellos saben que no somos, sino porque nuestros nervios se reducirán si nos comportamos como realmente somos.
Vestuario apropiado
Si nos arreglamos demasiado o si nos vestimos con algo demasiado llamativo, probablemente nos sintamos inseguros cuando todas las miradas estén sobre nosotros. Lo mejor es ponerse ropa cómoda, correcta y poco llamativa.
Expresión corporal
Otra cosa que hay que cuidar y que podemos ensayar antes de la exposición oral es nuestra expresión corporal. Es importante que sonriamos, que miremos a las caras de nuestro público y que controlemos el no hacer aspavientos con los brazos. Nuestra gestualización debe parecer relajada y cercana. Cuidado con cambiar el peso de una pierna a otra constantemente o con hacer otros movimientos compulsivos. Si los nervios no nos dejan estar quietos, mejor apoyarnos en el borde de la mesa, sentarnos o pegarnos a la pared.
Relajarse y respirar
Pensar en un lugar paradisíaco, respirar profundamente, rezar, recitar un mantra…, cualquier cosa que nos tranquilice será bienvenida. Si conseguimos calmarnos, todo irá sobre ruedas. Es lógico que en los momentos previos a la exposición oral nos sintamos como flanes, pero hay que asumir que esos nervios son lógicos y que pasarán. Lo importante es controlarlos cuando empecemos a hablar. En el momento en que las palabras empiecen a fluir por sí solas, veremos cómo no era para tanto y nos relajaremos.