Llevamos un año muy complicado y los efectos se notan en nuestro ánimo. No podemos hacer que la COVID desaparezca, pero sí podemos aprender a mejorar nuestra resiliencia.
¿Qué es la resiliencia?
Según la Real Academia, la resiliencia se define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
Y pocas veces hemos vivido tantas «situaciones adversas» como las de este último año. Las redes se llenan de consejos para calmar la ansiedad o buscar la felicidad, pero, para ser realistas y sin ánimo de fastidiar a nadie, la felicidad constante no existe. No es posible ser felices al cien por ciento los 365 días del año, porque, entre otras cosas, no podemos controlar que todo lo que nos pase vaya a ser bueno. Y de eso, de no poder controlar lo que nos pase, hemos hecho un curso intensivo durante el 2020 y lo que llevamos de 2021.
Pero lo que sí podemos hacer es reeducar nuestra actitud en el día a día de tal manera que aprendamos a usar la resiliencia para afrontar mejor lo que pueda ocurrir.
Desde eTítulo, queremos ofreceros unos cuantos consejos para potenciar la resiliencia:
Aprender a relativizar
A lo largo de la vida pasan cosas maravillosas, buenas, malas, horribles… y hasta una pandemia, pero tendemos a poner mucha energía en darle vueltas a los sucesos más dolorosos y obviamos aquellos que nos harían sentir bien.
Es normal que nos sintamos rabiosos o frustrados si nos ha salido mal un examen o si nos han despedido de un trabajo, pero no debemos dejar que esos sentimientos nos amarguen más de la cuenta. Estas cosas pasan. A todos. Y volverán a pasar. No es para tanto, solo hay que pensar en lo que podemos hacer para mejorar la próxima vez y seguir intentándolo. No decimos que haya que pasar de todo o no dar importancia a lo que nos ocurre, es lógico que nos sintamos mal cuando algo no sale como esperamos, pero una cosa es disgustarse un rato y otra muy distinta es abandonarse a la desesperación metiéndonos en nuestra cama y viendo las 10 temporadas de Friends por enésima vez.
Hay que relativizar: dar a los contratiempos el valor que realmente tienen, no dramatizar y tratar de recomponerse de la experiencia lo antes posible. Lo que a la larga tiene importancia sobre nosotros no es el suspenso o el despido, sino la actitud con la que afrontamos el problema y cómo lo solucionamos (si es que tenía solución) o hacia qué otra cosa nos enfocaremos (si no la tenía).
¿Aprender de los errores?
Eso tan manido de aprender de los errores está bien, pero no es muy realista. Aprendemos de las experiencias, claro, pero nuestro carácter y personalidad nos hacen más proclives a cometer algunos tipos de errores con mayor asiduidad que otros. Es cierto que de cada experiencia (positiva o negativa) sacamos una lectura, pero eso no nos garantiza que no vayamos a meter la pata de nuevo en el futuro. Aun así, aprender es importante. Aprender de nosotros mismos, de lo que ha causado el problema y sobre todo de nuestra reacción. Como decíamos, la vida está llena de momentos buenos y momentos malos y no se trata de aprender a sortear los malos, sino de saber enfrentarse a ellos con resiliencia.
Buscar la alegría que nos dan las pequeñas cosas
No podemos permitir que el abatimiento que sentimos lo pinte todo de negro como en aquella canción de los Rolling, hay que saber compartimentar y disfrutar de lo que nos gusta. Al principio hablábamos de que la felicidad no era un estado de ánimo constante, sino que más bien se trata de saber disfrutar de momentos concretos. Hay gente que se siente feliz jugando con su perro, tomándose un descanso para leer un libro, nadando, saliendo a pasear por el campo, etc. Los pequeños momentos felices se dan casi todos los días de nuestra vida, siempre que no dejemos que queden eclipsados por nuestro nefasto estado de ánimo. Si algo nos ha ido mal, es natural que nos pongamos de mal humor, pero necesitamos aprender a no dejar que afecte al resto de cosas. De hecho, si tenemos un mal día, la forma más eficaz de que mejore es poniendo en práctica esas simples cosas cotidianas que nos hacen sentir bien.
No más vueltas
Los pensamientos circulares no conducen a ningún sitio, pero es que además envenenan. Si nos pasamos el día recordando todo lo que ha ido mal, a todos los que querríamos devolvérsela y lo desgraciados que somos, lo único que conseguiremos es sentirnos todavía peor.
Se puede gritar, quejarse, soltar unos cuantos tacos, llorar o lo que necesitemos para expresar la rabia, pero debemos aprender a terminar pronto con eso porque lo único que conseguiremos si lo prolongamos es herirnos.
Si somos de dar muchas vueltas a las cosas, antes de ponernos demasiado siniestros, debemos intentar enfocar nuestra furia hacia algo creativo. Eso nos distraerá y hará que nos sintamos mejor, además, ¡quién sabe!, quizá de todo ese mal trago resulta que nos sale una obra de arte. Las personas que potencian la creatividad son capaces de encontrar soluciones alternativas y de sacar cosas alucinantes de malas experiencias.
Pensamientos positivos
La gente, cuando ocurre algo malo, suele decir “mira el lado bueno…”. La verdad es que, generalmente, el lado bueno de la experiencia (si es que lo tiene) no se ve hasta que ha pasado un tiempo bastante considerable y lo que nos pasó ya no nos afecta. Pero una manera práctica de afrontar mejor lo ocurrido es buscar los caminos alternativos que puedan hacer que nuestra situación mejore.
La resiliencia es flexibilidad. Hay que adaptar nuestras herramientas psicológicas para adaptarse a las circunstancias y necesidades que nos lleguen. Así, no solo seremos capaces de enfrentar las situaciones adversas, sino que haremos un buen aprendizaje de ellas y aumentaremos nuestro potencial.
Hacer nuevos planes, fijarse distintas metas, intentarlo de nuevo… Esto no quiere decir que no nos tengamos que sentir afectados, sino que intentemos reorientar nuestros pensamientos pesimistas y convertirlos en algo productivo que nos permita sacar la cabeza del hoyo cuanto antes.