La mayoría de los alumnos coinciden en calificar bien a determinados profesores. Cada uno tiene sus gustos, pero existen unas cualidades generales que distinguen solo a los elegidos. ¿Cómo son nuestros profesores favoritos?
Puede que a ti te caiga genial un profe mientras que tu compañera de clase le odie, pero en general los buenos profesores y profesoras son como las top model, que a todo el mundo le parecen guapas. Estas son sus cualidades:
Son entusiastas
El entusiasmo es contagioso. Los buenos profesores no solo tienen interés en hacer bien su trabajo, sino que se les notan las ganas de transmitir sus conocimientos, y más los alumnos, que perciben las emociones con gran facilidad. Es habitual que haya profesores quemados, que realizan su tarea docente como un mero trámite; entendemos que sea un trabajo ingrato, repetitivo, mal pagado y sujeto a mofas…, pero eso no justifica el mal desempeño de su profesión. Ningún profesor tiene derecho a amargar la asignatura a jóvenes que no van a volver a cursar esa materia (con suerte) y que buscan graduarse.
Saben de lo que hablan
Los buenos profesores conocen su asignatura, dominan la materia que imparten y se preocupan por estar al día y ampliar sus conocimientos. Los alumnos reconocen enseguida qué profesores tienen conocimientos extensos y los admiran por ello. No es grave que un profesor no sepa responder a algo que se le pregunta, basta con que diga: «Voy a consultarlo y te respondo en la próxima clase», incluso puede reconocer: «Tengo dudas» o «No lo conozco, pero me informaré». Por supuesto que deberá cumplir su palabra.
Se preparan las clases
¿Parece que a los alumnos les gusta perder el tiempo? Puede ser, pero no que se lo hagan perder. Un profesor que improvisa, se contradice, es caótico, se limita a dictar apuntes, no tiene una planificación, se deja el temario a medias… no es un buen profesor. El alumno quiere que quien está al mando sepa lo que hay que hacer. Un plan bien elaborado permite detenerse en clase cuando los universitarios lo necesitan, pero también cumplir con el temario.
Son dialogantes
Los buenos profesores escuchan a sus alumnos y toman en consideración sus puntos de vista e intereses. La flexibilidad es la base de toda negociación y en un aula de 30, 50, 90 personas… la palabra no puede tener una sola voz. Es importante estar abierto a cambiar, a renovar los modelos educativos, a abrir la mente a nuevas ideas y aportaciones valiosas que, sin duda, van a hacer los alumnos. Por lo mismo, hay que saber reconocer una nota injusta cuando el estudiante reclama la revisión de su examen.
Saben estar al mando
El profesor es el responsable de la clase, debe tener autoridad sin ser autoritario, que es lo que más puede molestar a los alumnos. La autoridad es necesaria para que el grupo se oriente, sin distracciones, al fin para el que está reunido en el aula. Los buenos profesores saben mantener la atención, exigir a sus alumnos el trabajo necesario para incorporar el conocimiento, pero sin abusar ni pedir demasiado. También saben neutralizar a los compañeros que siempre están molestando y dando la brasa, entorpeciendo el discurrir de la clase. La verdadera autoridad no emana de la imposición sino del convencimiento.
Tienen sentido del humor
No hay nada mejor en las clases y fuera de ellas. A todos nos gusta la gente con sentido del humor. Los buenos profesores, aunque no hayan sido tocados con la cualidad de ser graciosos, van a clase con los chistes preparados de casa y la disposición a reírse de las situaciones y de sí mismos. Sin duda es la cualidad más valorada y que hace que un profesor se convierta en el favorito de los alumnos. Desdramatizar los problemas y saber aplicar el barniz del humor a los momentos difíciles resulta imprescindible. El estudio, las clases, los exámenes son actividades duras y a menudo tediosas; si no fuera por el humor resultarían insoportables. Es, además de imprescindible para la salud física y mental, la mejor arma didáctica de los buenos profesores.
Muy bueno me sirvio para decirle al profesor cuanto lo admiro
Es muy importante la vocación, hay muchos alumnos que proceden de hogares desintegrados, se manifiesta en ellos la pérdida de valores, sin embargo en nuestra profesión debemos atender sus problemas y necesidades, ayudarles a que desarrollen todas sus potencialidades, el enfoque constructivista en la educación destaca la autonomía del alumnado.