Utilizamos cookies propias y de terceros para ofrecer nuestros servicios y recoger datos estadísticos. Continuar navegando implica su aceptación. Más información sobre la Política de Cookies

Aceptar

No te pierdas nuestro Blog


Diez consejos para hacer una exposición oral en clase

Diez consejos para hacer una exposición oral en clase

Hacer exposiciones orales en clase o ante un tribunal de docentes es algo a lo que nos vamos a tener que enfrentar durante nuestros estudios. Nos guste o no, pero con estos diez consejos nos será mucho más fácil.

Preparación

La técnica más eficaz contra el estrés que supone hacer una presentación oral es simple: llevarlo bien preparado. Si conocemos bien el tema y hemos practicado varias veces en voz alta delante de nuestra familia, amigos o nos hemos grabado y visto, ya nos habremos hecho una idea de cómo lo vamos a hacer, por lo que nos costará mucho menos relajarnos.

Es más, una exposición bien preparada va a salirnos de forma automática, independientemente de lo nerviosos que estemos. Y, claro, en cuanto abramos la boca y veamos que las palabras empiezan a fluir en el oren correcto, nos tranquilizaremos inmediatamente.

Apoyarse en fichas

Durante la presentación, es recomendable tener a mano en todo momento unas fichas o una tableta como apoyo desde las que podamos seguir el hilo de la presentación por si algo nos hace perderlo.

Si hemos hecho una buena preparación, no tendremos que consultar las notas, pero tener la chuleta a mano nos dará un extra de confianza y estaremos menos nerviosos. Saber que contamos con un salvavidas da mucha paz.

Fuera repasos

Hemos investigado, nos hemos documentado, hemos escrito el trabajo y dominamos el tema. ya hemos practicado en casa la presentación y llevamos las fichas y el soporte audiovisual de apoyo. Tenemos todo bajo control y solo queda hacer la exposición oral. Que ni se nos pase por la cabeza que es buena idea ponernos a repasarlo todo justo antes de empezar. Hacerlo solo nos creará inseguridad y nos haremos un lío. Los minutos antes de la exposición es mejor que los ocupemos en caminar, respirar profundamente, beber agua o, incluso hacer yoga si eso nos relaja, pero no repasemos nunca en el último momento si no queremos que los nervios nos la jueguen.  

Hacer que nos escuchen

Es importante que todos los que están presentes puedan escucharnos sin problemas, así que debemos hablar alto y vocalizar. No le hablemos al cuello de la camisa porque no se nos entenderá nada. Hay que mirar al frente y hablar despacio y con claridad. Aunque al principio estemos nerviosos y lo que queramos sea enterrarnos bajo tierra, no podemos dejarnos llevar por el estrés. Quizá nos oigamos la voz rara o temblorosa por los nervios, pero eso solo lo notamos nosotros y, tras los primeros minutos, esa sensación extraña se pasará y hablaremos con más soltura.

Crear un ambiente relajado y agradable

Sin dejar de lado la seriedad y profesionalidad que se requiere en las presentaciones orales de trabajos y mucho más en las de los Trabajos de Fin de Grado o Fin de Máster, podemos hacer que el ambiente sea lo más distendido posible bromeando sobre alguna parte (sin pasarnos) o intentando que el público se integre en la exposición haciéndoles preguntas. En un ambiente algo más distendido nosotros nos sentiremos más cómodos y nuestros espectadores también, además de que les resultará más entretenido escucharnos y nos valorarán más positivamente.

Lenguaje

Debemos emplear un lenguaje correcto en todo momento, lo que no quiere decir que tengamos que usar todas las palabras de más de 10 sílabas o términos latinos que hayamos oído durante la carrera. No se trata de dormir a la gente con tecnicismos insoportables para que vean cuánto vocabulario conocemos, se trata de comunicar: el lenguaje sirve para hacerse entender. Hablemos con propiedad, pero de forma sencilla y directa. Por supuesto sin tacos ni expresiones de argot. Y tampoco podemos decir «en plan» todo el rato por mucho que nos salga solo.

Gestualización

No hagamos demasiados aspavientos con los brazos ni nos movamos sin parar, tampoco hay que quedarse como un clavo. Nuestros gestos deben ser normales, relajados, deben apoyar nuestras palabras marcando el énfasis en lo importante, pero no distraer la atención de lo que estamos diciendo.

Es importante que no parezcamos sobreactuados y que interaccionemos de forma normal como si estuviéramos en una conversación relajada. Aunque por dentro estemos hechos un flan, si nos movemos con soltura nos iremos relajando poco a poco y trasmitiremos mejor.

Dónde mirar

Aunque sintamos vergüenza al mirar a la gente que nos escucha, no podemos mirar solo a nuestras fichas o al PowerPoint. Eso solo lo podemos hacer de vez en cuando para apuntar algo o para aislarnos un poco del público si la sensación de ser observado nos supera en algún momento. No podemos olvidar que necesitamos conectar con la gente que nos escucha, así que aunque nos hubiera gustado hacer la exposición oral detrás de un biombo, no podemos. Tenemos que mirar al público y entender sus expresiones, que nos servirán como guía para saber si están atentos, si les interesa lo que decimos, si es momento de bromear un poco para que no se duerman o si, por el contrario, debemos ponernos algo más serios para que no se tomen a broma nuestro trabajo.

Lo suyo es hacer barridos por la sala de izquierda a derecha y de derecha a izquierda y fijar de vez en cuando la vista en alguien al azar que nos devuelva la mirada, pero no siempre con los mismos. Así conseguiremos que cada espectador sienta que le hablamos a él y se implicarán más en la presentación.

Respiración

Parece una tontería, pero cuando estamos nerviosos tendemos a coger más aire del que soltamos hasta que tenemos sensación de ahogo. Hay que esforzarse por respirar con normalidad, tomar aire, soltarlo y continuar para no asfixiarnos con las palabras. Llevar una respiración lenta y profunda nos ayudará a estar más relajados, pero también a que nuestra dicción sea buena y a controlar la velocidad de nuestra charla.

Paz interior

Siempre que empezamos a hablar ante un público, da igual si es la primera vez o lo hemos hecho ya cientos de veces, sentimos una sensación angustiosa de despersonalización. Es como si, al principio, nuestro cuerpo, nuestros actos, fueran por separado de nuestra mente, como si nuestra voz no nos perteneciera. Es muy normal. Hay actores que, tras años y años de profesión, siguen sintiendo esa desagradable impresión al salir a escena.

El quid de la cuestión es pasar ese proceso lo más rápido posible para volver a sentirnos dueños de nosotros mismos y la mejor forma de hacerlo es reconociendo lo que nos está pasando para no dejarnos llevar por el pánico y recurrir a nuestras técnicas de relajación más efectivas. Hay que conseguir paz interior, y, en el peor de los casos, aguantar el trago siendo conscientes de que tan solo durará unos pocos minutos. Cuando la sensación pase y veamos que no ha sido para tanto y que lo estamos haciendo bien, todo nos saldrá mucho más fluido y natural y nos sentiremos mejor con nosotros mismos.