Empieza el curso: cómo vivirlo a pesar del síndrome posvacacional
7 Sep 2022

Empieza el curso: cómo vivirlo a pesar del síndrome posvacacional

Llega septiembre y hay que empezar el nuevo curso, pero ni nos apetece ni estamos motivados. ¿Será una depresión posvacacional? ¿Qué podemos hacer?

curso

Depresión posvacacional fundamentada

O están a punto de empezar las clases o han empezado ya. Sea como fuere, se acaba la playa, la piscina, el dolce far niente, las estrellas fugaces, la ropa ligera, las sandías, estar moreno, las sandalias, tumbarse en el césped, los viajes improvisados y no tan improvisados, los grandes festivales, el calor y la luz solar hasta las tantas.

Quizá eso sea lo peor, lo que más baja el ánimo al empezar el curso: los días oscuros que se avecinan. Porque, es cierto, hay gente que disfruta más con el calor y gente que prefiere el frío, pero la oscuridad, el salir de clase y que sea de noche, eso no puede gustarle a nadie. ¿O sí?

Y no es solo que estemos ante el fin del verano como estación, sino que estamos a punto de volver a las rutinas que ya teníamos olvidadas. Las vacaciones de verano duran tanto que se nos olvida lo mucho que acaba doliendo el trasero después de 4 horas seguidas de clases, los madrugones, las horas interminables de estudio o lo soporíferas que resultan algunas asignaturas.

Durante tres meses hemos olvidado todo eso y ahora nos damos de bruces con la realidad: Winter is coming y eso deprime a cualquiera.

Centrarse en lo bueno

Aunque los Airbag sostengan incansables que Septiembre aún es verano, al resto, a los que volvemos a las clases, se nos pone un cuerpo de otoño que no se puede aguantar, pero hay que sobreponerse. Al fin y al cabo, no podemos detener el tiempo.

Lo que está por venir, vendrá por mucho que nos moleste, así que vamos a intentar reducir esa depre posvacacional viendo las cosas buenas de lo que nos espera.

En primer lugar, el otoño es una estación preciosa y nos sirve para irnos acostumbrando al frío que vamos a pasar en invierno. Es un buen momento para hacer rutas de senderismo y no nos olvidemos de Halloween, que siempre es una fiesta divertida.

En cuanto al invierno, si somos unos enamorados de la Navidad, siempre podemos encontrar motivación en disfrutar a lo grande de esos días del año.

Pero lo más importante y en donde tenemos que poner un mayor esfuerzo para ver lo bueno es en que empieza un nuevo curso. Es mejor decirlo así, ¿no? «Un nuevo curso» suena mucho mejor que «vuelven las clases», suena a nuevo comienzo, a nuevas oportunidades y, como el lenguaje construye el pensamiento y esas cosas, mejor que pongamos cuidado con cómo vamos a enfocar la situación.

Curso nuevo, vida nueva

Como decíamos, el lenguaje que usemos (aunque sea en nuestros pensamientos) hay que cuidarlo porque va a modificar nuestro ánimo y el talante con el que encaremos lo que está por venir.

Que sí, que estar de vacaciones está de maravilla y nadar en el mar, también, pero hemos decidido estudiar una carrera para sacar nuestro eTítulo y poder optar a la profesión que queremos, así que es bueno que tengamos presentes nuestros objetivos nada más empezar el curso para que no notemos tanto esa pequeña depre posveraniega.

Además, hay que tener presente una cosa: si hemos disfrutado de tres meses de vacaciones es porque estamos estudiando y nuestros padres se lo pueden permitir. En el momento en el que empecemos a trabajar, daremos gracias si nos dan 30 días naturales al año.

Empezar un curso nuevo nos da la oportunidad de, lógicamente, aprender cosas nuevas, pero también de probar nuevas aficiones, conocer a gente, aprender a bailar salsa o a jugar al ajedrez. También nos da la oportunidad de mejorar en aquello que flaqueamos, de tener una mejor rutina de estudio, de mejorar en las asignaturas que peor llevamos o de ponernos de una vez con el título de idiomas.

Un ciclo sin fin…

La llamada depresión posvacacional de principio de curso es normal, pero ni es una verdadera depresión ni es nada. Notamos cierto bajón por las ganas que tenemos de seguir sin obligaciones y la disminución paulatina de luz solar.

Eso es todo. En unos días nos habremos acostumbrado a los nuevos horarios y disfrutaremos de los reencuentros con amigos y compañeros. En cuanto pasen las Navidades volverán a crecer los días y poco a poco el frío se irá marchando y antes de que nos demos cuenta, tendremos otra depresión posvacacional de principio de curso y un ratito después, 60 años, así que más nos vale dejar de lamentarnos por cosas sin importancia; ¡coged el curso con ganas y aprovechad bien el tiempo!

 

 

 

 

Las 5 habilidades que debes entrenar para ser universitario
26 Ago 2022

Las 5 habilidades que debes entrenar para ser universitario

Adaptarse a la universidad entraña su dificultad, pero si tenemos bien entrenadas estas 5 habilidades, no habrá ningún problema.

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Según el último informe del Ministerio de Universidades, un 13 % de los estudiantes universitarios abandona sus estudios y el 50 % de ellos lo hacen durante el primer año de carrera. En los estudiantes menores de 30 años, los abandonos son del 11 %.

Hay varios factores que influyen en los abandonos, como son el tener un nivel socioeconómico bajo o estar cursando un doble grado.

Además del tema del abandono, están todas aquellas personas que resisten pero que entienden la carrera como un trámite horrible que hay que pasar y que no son capaces de disfrutar en absoluto.

Para que ninguno de estos casos sea el nuestro, es importante que nos esforcemos en desarrollar una serie de habilidades que harán que finalizar nuestros estudios y conseguir el eTítulo universitario sea más placentero y, además, conseguirán mejorar nuestra viva social y laboral.

1. Inteligencia emocional

Vale, reconocemos que esta «habilidad» es un poco tramposa porque no es una sino muchas otras habilidades agrupadas bajo este título.

En IE (inteligencia emocional) agrupamos:

  • La empatía: habilidad imprescindible para entender las emociones de los demás, saber actuar en consecuencia cuando sea necesario y conectar profundamente con otros seres humanos.
  • El autoconocimiento: una habilidad esencial para tomar decisiones, mejorar nuestra comunicación y saber apartarnos de las cosas y personas que no nos hacen bien. Os contamos más sobre el autoconocimiento en este post que nos enseña a trabajarlo.
  • Habilidades sociales: don de gentes, capacidad para desenvolvernos en sociedad, para tratar con personas de cualquier tipo, etc.
  • Asertividad: esta es una habilidad importantísima que nos permite trasmitir nuestros pensamientos con claridad, saber decir que no cuando es necesario y trasmitir nuestras necesidades para que sean escuchadas.
  • Automotivación: ser capaz de fijarnos unas metas y trabajar para conseguirlas. Saber automotivarse no quiere decir que vayamos a estar siempre con la motivación a tope, pero sí que sabremos qué hacer para recuperarla cuando la perdamos.

2. Tolerancia a la frustración

Una de las habilidades más importantes para la vida en general es tener una buena tolerancia a la frustración. Desgraciadamente, el día a día está lleno de pequeñas injusticias, de molestos quehaceres, de conflictos interpersonales y otras incomodidades que pueden acabar con los nervios de cualquiera.

Por lo tanto, tener una buena tolerancia a la frustración es imprescindible para todo y aquí os hablamos de ello en profundidad, con test incluido.

3. Pensamiento crítico

Algo que todos necesitamos, y más cuando somos estudiantes, es el pensamiento crítico, que no es más que la habilidad para analizar lo que ocurre a nuestro alrededor, lo que se sabe, lo que nos dicen los medios, etc., y cuestionarlo con fundamentos.

Cuidado, porque estamos en una época en la que parece que el pensamiento crítico solo les pertenece a aquellos que niegan las evidencias científicas, y estas personas hacen tanto ruido que podría parecer que son los únicos que se cuestionan el pensamiento mainstream cuando realmente lo que hacen es divulgar hechos falsos.

No, el que tiene pensamiento crítico podría dudar, por ejemplo, de que la tierra sea «redonda» y leerá tanto los blogs de tierraplanistas como los artículos y estudios científicos publicados. Verá las imágenes tomadas desde la Estación Espacial Internacional (ISS), leerá, si quiere, a grandes expertos en astronomía y, ante la abrumadora evidencia científica, la realidad acabará por imponerse y, por lo tanto, no difundirá bulos que no se sostienen y que resultan dañinos para la sociedad solo por sentirse especial y rompedor. Eso es el pensamiento crítico.

4. Resiliencia

La Covid-19 nos ha enseñado mucho a todos nosotros acerca de la resiliencia.

Del grupo de habilidades indispensables para un estudiante universitario, la resiliencia es de las más importantes y, según la Real Academia, se define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.

Así que es fácil deducir, a poco que hayamos vivido, cuán imprescindible resultará tener esta habilidad bien trabajada.

Os contamos más sobre ella aquí.

5. Perseverancia

Y por último, un clásico que no hay que olvidar: tener perseverancia hará que no abandonemos, que no nos rindamos y que nos esforcemos para conseguir nuestras metas.

Para obtener esta habilidad necesitamos tener claros nuestros objetivos, trazar un plan para conseguirlos y lo más difícil: esforzarnos cada día.

Con estas 5 habilidades, estudiar cualquier carrera será más sencillo y apasionante. ¿A qué esperas para trabajarlas?

 

 

Autoconocimiento: qué es, para qué sirve y cómo trabajarlo
21 Ago 2022

Autoconocimiento: qué es, para qué sirve y cómo trabajarlo

El autoconocimiento es esencial para aceptarse, rodearse de gente que nos aporte y tomar las decisiones que más nos beneficien.

autoconocimiento

«Elige la vida»

Unos meses antes de acabar el instituto, comienza una etapa muy dura de toma de decisiones vitales (aunque luego quizá no serán tan trascendentales como pensamos, pero eso no lo sabremos hasta muchos años después).

Ahora nos toca elegirlo todo. A qué nos queremos dedicar y qué vamos a estudiar para conseguirlo, dónde lo vamos a estudiar (obviamente, mejor en un centro educativo que ofrezca eTítulo a sus alumnos), dónde vamos a vivir, si dejaremos a nuestros amigos atrás o nos quedaremos en la misma ciudad, si cambiaremos de país…

En 1996, una película mítica llamada Trainspotting empezaba con un monólogo que, en resumen y cortando alguna parte no apta para transcribirla aquí, rezaba:

 Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande (…). Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de (…) tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién (…) eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de (…) comida basura (…). Elige tu futuro. Elige la vida…, ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? (…).

Si no la habéis visto, ya os decimos nosotros que la opción que eligen los protagonistas (eligen no elegir) no los lleva al mejor de los lugares, pero si bien su opción de vida es del todo destructiva, la rebeldía y el sentirse aplastados por la demanda cultural de encajar abruptamente en ciertos patrones preestablecidos sí podemos comprenderla y puede llegar a saturarnos en este momento crucial en el que nos encontramos.

¿Cómo podemos conseguir que tomar estas decisiones, elegir nuestro camino, sea más sencillo? Pues, sobre todo, conociéndonos a nosotros mismos. Si ponemos en práctica una serie de pautas para mejorar nuestro autoconocimiento, todo lo que decidamos será la mejor decisión para nosotros mismos.

¿Cómo que no me conozco?

Como llevamos con nosotros mismos desde que nacimos, puede parecer que nos conocemos bien, pero no es verdad. Resulta que muchas de las cosas que hacemos las hacemos por impulso o porque es lo que tenemos que hacer. Nuestros gustos a veces son nuestros, pero otras son heredados o asimilados por «contagio» o presión social.

En realidad, nuestro día a día está tan plagado de distracciones, modas y quehaceres que pocas veces tenemos tiempo de pararnos a ver qué queremos realmente, cómo pensamos acerca de un tema, qué cosas nos hacen sentir bien que no tengan relación con la aprobación externa y ese tipo de asuntos.

¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta tarde de que estamos haciendo algo que en realidad no nos gusta? ¿Cuántas veces nos encontramos con palpitaciones o ansiedad y no sabemos qué pasa?

Resulta que el autoconocimiento, si bien no sirve por sí mismo para evitarnos todas aquellas cosas que nos dañan, sí nos sirve para identificarlas y buscar soluciones a las que la tengan o, al menos, para entender por qué nos sentimos de una determinada manera.

Beneficios del autoconocimiento

Como decíamos, el autoconocimiento nos permite entendernos mejor y evolucionar, por lo que nos da más herramientas para elegir nuestro camino desde el respeto a nuestro verdadero yo y nuestros auténticos intereses.

Además, si tenemos un buen nivel de autoconocimiento, nos será mucho más sencillo gestionar nuestras emociones y que no nos vuelva a pillar por sorpresa un estado de ánimo alterado de cualquier forma.

El autoconocimiento nos ayuda también a tomar decisiones porque sabremos mucho mejor lo que queremos en realidad y lo que más nos conviene.

Sabremos cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades y podremos optar por potenciar unas u otras según nuestras verdaderas necesidades.

También mejorará nuestra autoestima porque, a través del autoconocimiento, nos aceptaremos tal y como somos con mayor facilidad y tendremos una mayor estabilidad emocional para enfrentarnos a aquellas cosas que queramos pulir. Por decirlo de forma sencilla, el autoconocimiento es la base de la autoaceptación.

Por otra parte, tener un buen nivel de autoconocimiento mejorará nuestras relaciones interpersonales haciendo que pongamos un mayor interés en aquellas que nos aporten bienestar y desechemos o prestemos menor atención a las que nos dañen.

Cómo mejorar nuestro autoconocimiento

Desgraciadamente, no es un trabajo sencillo (y menos hoy en día en el que las redes sociales contaminan constantemente la visión que tenemos de nosotros mismos, de los demás y de lo que es bueno o malo). Conocerse requiere, por lo tanto, un esfuerzo y un gran trabajo y, además, requiere que seamos capaces de enfrentarnos a aquellas cosas que no nos gustan de nosotros mismos.

Dicho esto, lo que sí podemos asegurar es que el esfuerzo merece mucho la pena, porque el autoconocimiento y la autoaceptación mejoran nuestra vida de forma profunda y nos ayudan, como ya hemos dicho, a tener una mayor estabilidad emocional y a ser más felices en general.

Hay una serie de ejercicios y preguntas que debemos hacernos para mejorar nuestro autoconocimiento. Proponemos los siguientes:

      1. Introspección

Así dicho, no suena divertido y no lo es, pero sí que resulta muy útil y esclarecedor. Lo que debemos hacer es dedicarnos tiempo a nosotros mismos de vez en cuando. Apartarnos del ruido, de los móviles y de cualquier distracción y centrarnos en pensar en distintas situaciones vividas y cómo y por qué nos hemos sentido de una determinada manera.

Por ejemplo, no se trata de pensar en una discusión con una amiga para generar un discurso que nos dé la razón, sino de entender cuáles fueron los sentimientos que afloraron y por qué.

Esta práctica es bueno hacerla de vez en cuando para evaluar distintas situaciones que nos vayan ocurriendo y que nos generen una respuesta emocional medianamente intensa.

     2. Pregúntate a menudo

  • ¿Qué sentimientos me genera pensar en el pasado?
  • ¿Qué me hacen sentir las personas que me rodean?
  • ¿Cómo suelo reaccionar ante distintas situaciones (pensar en una cada vez)?
  • ¿Qué es lo que más me gusta de mí?, ¿y lo que menos?
  • ¿Cómo reacciono normalmente ante situaciones estresantes?
  • ¿Cómo suelo gestionar la tristeza o el enfado?
  • ¿Cuáles de mis aficiones me hacen sentir realmente bien?
  • ¿Cómo me veo en el futuro?
  • ¿Cuál es mi estado de ánimo predominante?
  • ¿Suelo pensar de forma positiva o, por el contrario, tiendo a ponerme en lo peor?
  • ¿Cómo son mis relaciones con mis amigos, parejas y familia? ¿Querría cambiar algo?
  • ¿Cuál es mi «motor» para ponerme a trabajar en algo?
  • ¿Qué valores son importantes para mí?
  • ¿Dónde está la diferencia entre lo que proyecto y lo que soy? ¿Qué escondo a los demás y qué me escondo a mí mismo?
  • ¿Cómo reacciono al miedo?

Y así hasta el infinito, porque hay miles de preguntas que podemos hacernos y cuantas más nos hagamos, mejor.

      3. Lleva un diario

No uno en el que apuntemos qué hemos hecho a lo largo del día, sino uno en el que anotemos nuestros sentimientos. Es decir, no qué hemos hecho, sino cómo nos hemos sentido en diferentes momentos. Un diario de emociones nos proporciona un desahogo, pero no es esa su principal función, sino que podamos leer días después cómo nos sentimos y que podamos analizar nuestras emociones con mayor objetividad para entendernos mejor.

      4. Pide que te describan

Lo que los demás dicen de nosotros es muy útil para saber qué proyectamos, qué imagen damos y si se corresponde con la que tenemos de nosotros mismos. Pero para que este ejercicio sea útil, más nos vale que demos con personas sinceras que sepan hacer críticas constructivas y más nos vale también a nosotros estar listos para no ofendernos.

Por último, hay que recordar que no podemos influir en los acontecimientos de la vida, pero sí en cómo los asimilamos y en hasta qué punto dejamos que nos afecten. Séneca dijo: «Cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables». Pues el autoconocimiento es exactamente la brújula que necesitamos para capear cualquier temporal.

‘Gap year’: un año ganado para nosotros mismos
16 Ago 2022

‘Gap year’: un año ganado para nosotros mismos

Si nos dicen que un gap year es tirar un año por la borda, no es verdad. Si nos organizamos bien, puede ser el año más provechoso de nuestra vida.

gap year

El mejor momento

Hay dos momentos claves en la vida de todo estudiante en los que resulta verdaderamente importante el plantearse la posibilidad de realizar un gap year: al terminar el instituto y justo antes de empezar la carrera o una vez terminada, cuando ya tenemos el eTítulo universitario, pero antes de hacer el máster.

Resulta que optar por un gap year o año sabático tiene muchísimas ventajas y puede darnos unos buenos «andamios» para después enfrentarnos a la carrera o al máster con las ideas mucho más claras y los conocimientos imprescindibles para nuestro futuro.

Futuros inciertos

Cada vez que tenemos que decidir qué hacer con nuestro presente para que, supuestamente, ocurra algo bueno en un misterioso tiempo futuro, nos explota la cabeza. Y es normal: es demasiada responsabilidad sobre nuestros hombros.

Tal y como se plantean a veces las cosas, parece que nos encontrásemos ante encrucijadas constantes que podrían hacer que, si decidimos bien, en el futuro seamos felices y llevemos una vida de opulencia o que, por el contrario, nos muramos de hambre debajo de un puente.

La verdad es que elegir bien es importante, pero ni es tan urgente como quieren que creamos, ni hay solo una buena elección, ni tampoco las decisiones que tomemos son irrevocables.

En cualquier caso, si no lo tenemos claro o pensamos que nos ayudaría vivir ciertas experiencias antes de empezar a estudiar la carrera, un gap year es, sin duda, una idea muy interesante.

Un gap year nos hace madurar

Acabamos de salir del instituto y aún no sabemos demasiado de lo que supone trabajar o de qué es ser independiente y ya tenemos que saber qué queremos hacer el resto de nuestra vida. Está complicado. Lo cierto es que nos falta rodaje y, si no tenemos todo muy claro desde siempre, es lógico que no nos sintamos preparados para tomar una decisión así.

Un gap year puede ser una solución perfecta para añadir a nuestro currículo vital algo más de madurez, porque este año no sirve para que nos quedemos en el sofá pensando en la vida, sino para que la vivamos; un gap year es un año de experiencias de vida. Un año para pegar el estirón de madurez que necesitábamos.

Un gap year no significa dejar de estudiar

Tampoco es un año para perder el hábito de estudio ni para dedicarlo a contemplar los azulejos de la cocina, sino que debe ser un año de aprendizaje. No confundamos un gap year con un año de vacaciones porque son dos cosas que no tienen nada que ver.

Por ejemplo, para aprender o perfeccionar un idioma que luego vamos a necesitar en la carrera y en nuestro futuro trabajo, para hacer un curso que nos ayudará después con nuestros estudios o para aprender algo que no nos sirva para estudiar después pero que sí nos sirva como aprendizaje y nos aporte una experiencia valiosa.

¿Y si sabemos que vamos a estudiar Física pero antes nos gustaría pasar un año estudiando solfeo y dando clases de guitarra? Pues para eso también es un gap year.

Conocer mundo

Claro, lo de tomarse un gap year para viajar por el mundo no se lo puede permitir todo el mundo… o sí.  Todo depende de cómo nos lo montemos.

Como es lógico, no todo el mundo puede pasar un año de avión en avión y de hotel en hotel, pero eso tampoco es un gap year útil, sino unas vacaciones de ricos excesivamente largas.

Lo que sí se puede permitir casi todo el mundo es solicitar un curso en un país extranjero y pedir una beca, trabajar de aupair, ir a Australia a trabajar en el campo, echar horas en cualquier establecimiento de comida rápida por Europa, etc.

No solo vamos a poder viajar, también podremos ahorrar y empezar al año siguiente la carrera con un pequeño fondo, conocimientos amplios de inglés u otros idiomas y la experiencia de haber trabajado, actividad que tiene el don impagable de darnos unas ganas locas de estudiar.

 

Volver a estudiar para reinventarse profesionalmente
3 Ago 2022

Volver a estudiar para reinventarse profesionalmente

Si nos planteamos volver a estudiar para mejorar nuestro perfil o para cambiar radicalmente de rama, seguramente estemos a punto de tomar la mejor decisión.

volver a estudiar

Yo mism@, pero en versión 2.0

Bien porque nuestro título actual (o la ausencia de él) nos impide seguir ascendiendo en nuestra profesión, bien porque queremos mejorar el currículo y especializarnos en algo concreto o bien porque necesitamos ampliar nuestros conocimientos sobre nuevas tecnologías, volver a coger los libros es una gran idea.

Es posible que retomar los estudios nos dé miedo, que sintamos que vamos a tener carencias o que ya no tendremos las mismas capacidades que cuando éramos más jóvenes, pero la realidad nos va a sorprender: estudiar de adultos es mucho más sencillo.

Quizá hayamos perdido ciertas capacidades de memorización rápida y nos encontremos algo más cansados (sobre todo cuando vamos a compaginar los estudios con nuestro trabajo habitual), pero eso se suple con una cantidad de hormonas mucho más normal que no nos hace tener la cabeza en las nubes, madurez, objetivos claros, y mucha experiencia en el trabajo y en la vida.

En resumen: cuando optamos por volver a estudiar de mayores descubrimos que todo es bastante más sencillo y gratificante de lo que pensábamos; por eso nos va a resultar muy fácil no solo sacar nuestros estudios sin problema, sino además destacar y hacernos con un gran expediente.

Conseguir el eTítulo será mucho más asequible de lo que pensamos.

Volver a estudiar para reinventarse

También puede ser que queramos dedicarnos a algo completamente diferente. Que deseemos estudiar aquello que era nuestra vocación pero que al final no escogimos por motivos prácticos.

Hay veces que se opta por lo sencillo, por lo que quieren nuestros padres o por lo que más salidas ofrece, y luego vemos que tenemos una espinita clavada con unos estudios concretos. Entonces, ¿por qué no hacerlo?

Estudiar lo que nos gusta es, sin duda, una gran satisfacción incluso aunque no nos consiga un maravilloso aumento de sueldo.

Quizá hayamos encontrado que faltan profesionales en un nuevo sector que nos resulta interesante y queramos probar suerte o tengamos una oportunidad laboral interesante que requiere formación previa.

De cualquier manera, no hay que temer reinventarse, tengamos la edad que tengamos, y mucho menos tener miedo de volver a estudiar. Nunca es tarde para cambiar de rumbo.

Volver a estudiar para emprender

Otra de las buenas razones para volver a estudiar cuando somos adultos es la posibilidad de emprender. Incluso aunque vayamos a crear una empresa en un sector que conocemos bien, nos va a ayudar mucho aumentar nuestros conocimientos.

Un curso de márquetin empresarial, un máster universitario de dirección de empresas, de branding o diseño web, un curso que nos ayude con la contabilidad o directamente cualquier tipo de MBA para los que normalmente no hace falta tener un título de grado, pero sí demostrar experiencia profesional pueden convertir nuestra idea de negocio en una empresa de éxito.

¿Qué podemos esperar de la vuelta a las clases?

Ante todo, satisfacción e ilusión. También algo de estrés cuando lleguen los primeros exámenes y quizá un poco de inseguridad al principio, pero, en general, lo que vamos a obtener es siempre una ganancia.

Tomar la decisión de volver a estudiar implica querer un cambio a mejor y estar dispuesto a luchar por ello, por lo que nos encontraremos de nuevo ilusionados con posibilidades de futuro con las que quizá habíamos dejado de soñar hace tiempo.

Nos sentiremos satisfechos con nosotros mismos por haber dado el paso de atrevernos a cambiar nuestra vida y por los éxitos que seguro vamos a cosechar. Y, claro, al acabar, estaremos orgullosos de nosotros mismos y encantados con las mejoras que el haber estudiado ha supuesto para nuestra vida profesional y personal. Pero antes de los laureles, hay cierta barrera que debemos superar: el miedo a no ser capaces.

Además, volver a estudiar nos da una oportunidad impagable de hacer networking tanto con nuestros compañeros y profesores como con las personas que conozcamos a través de congresos y durante las prácticas curriculares. Y ya con nuestra experiencia, esos contactos sí que los vamos a aprovechar.

Vencer el miedo a volver a estudiar

Como decíamos, estudiar de adultos es más sencillo de lo que parece.

Si tenemos una hora al día para estudiar durante cinco días a la semana, lo tenemos hecho.

Con un poco de disciplina diaria, preparar los exámenes será pan comido (sobre todo si seguís nuestro blog, donde os contamos cada semana las mejores técnicas de estudio para que el tiempo invertido en estudiar sea lo más eficaz posible).

Por otra parte, el tiempo empleado en estudiar y en repasar nuestros apuntes no nos resultará tan tedioso como nos lo parecía a los 20 porque estaremos más interesados y centrados en nuestros objetivos.

Cuando toque preparar exámenes o hacer trabajos sí vamos a necesitar invertir un poquito más de tiempo, pero si hemos hecho de forma regular nuestro trabajo diario, no necesitaremos casi nada para sacar unas notas estupendas.