Tres formas de decir a nuestros padres que hemos suspendido
Si hemos suspendido alguna asignatura y nos da miedo contárselo a nuestros padres, aquí van 3 trucos que nos van a ser útiles.
Mayores de edad, menores de independencia
Cuando empezamos una carrera, ya hace tiempo que hemos dejado atrás la niñez y, de hecho, lo más normal es que hayamos alcanzado la mayoría de edad o estemos a punto de hacerlo. Suspender una asignatura ya no es lo mismo porque somos adultos.
Aun así, lo normal es que, aunque podamos decidir sobre ciertas cosas, votar, comprar alcohol o conducir un coche, no seamos aún independientes y esa falta de independencia es lo que nos pone en la situación de tener que dar explicaciones a nuestros padres sobre los suspensos. Si ellos pagan, tienen derecho a opinar y a estar informados; eso es así aunque nos fastidie.
De todas formas, estudiar en la universidad no es como en la enseñanza obligatoria ni como el bachillerato; se entiende que lo hacemos porque queremos, por vocación o porque aspiramos a sacar nuestro eTítulo y así tener una buena profesión. Es nuestra propia madurez la que nos hace ser universitarios y no una obligación externa (o, al menos, así debería ser) y, por lo tanto, el nivel de exigencia de nuestros padres seguramente sea menor que cuando hacíamos la enseñanza obligatoria.
Cuando hemos suspendido alguna asignatura, inmediatamente nos sentimos mal, pero hasta las personas más brillantes meten la pata en algún examen. Errare humanum est; estas cosas pasan y no debemos castigarnos en exceso, sino analizar cuáles han sido nuestros errores y volver a intentarlo con ánimos renovados. La cuestión es que, a la hora de comunicar los suspensos a los padres, unos tienen más facilidad que otros.
Prepararse para la batalla
Antes de subir al ring familiar debemos estar preparados psicológicamente para lo que pueda pasar y, por eso, conviene planificar nuestra estrategia.
Es importante que estemos bien mentalizados y que no vayamos a hablar con nuestros padres con la escopeta cargada, sino con una actitud madura en la que reconocemos nuestros errores, pero sin que por eso vayamos a permitir que nos machaquen. Lo ideal es que repasemos nuestras técnicas de asertividad y de capacidad de negociación por lo que pueda pasar.
1. Sin excusas
Si somos capaces de asumir nuestros errores frente a nuestros padres, es probable que no puedan enfadarse demasiado. Es muy complicado atacar a alguien que no se está defendiendo.
La cuestión es sencilla: hemos suspendido. Puede que sea porque la covid nos atacó en el peor momento, porque el amor no nos deja concentrarnos, porque un meteorito amenaza la tierra o por lo que sea, pero lo que está claro es que no son nuestros padres los que han llegado con un cate a casa sino nosotros. Toca apechugar.
Para que la conversación fluya de una forma apropiada, lo más sensato es no empezar a buscar excusas, sino afrontar lo que ha pasado con sinceridad y aceptando nuestros errores. Si nuestros padres ven que empezamos a echar balones fuera, se van a cabrear (y tendrán razones para hacerlo). En cambio, una actitud madura de reconocimiento de los problemas hará que, seguramente, se repriman antes de atacar a la yugular.
2. Tenemos un plan
Si queremos que nuestros padres reaccionen bien a un suspenso, es mejor que se lo contemos acompañados de un buen plan ya desarrollado para que no se repita.
No es lo mismo llegar y decir «me han suspendido 5 asignaturas; nos vemos en la cena» que decir: «Tenemos que hablar: he suspendido 5 asignaturas y me siento fatal. He pensado en las cosas que podría hacer mejor para recuperar las asignaturas y creo que me vendría bien estudiar un par de horas cada día. De hecho, he pensado que voy a acondicionar mejor mi cuarto para evitar distracciones y estar más cómodo. Además, he hablado con un compañero al que se le da muy bien esta asignatura para que me deje sus apuntes y me explique las cosas que no entiendo. Sé que tendría que haberme esforzado más, está claro que he subestimado la dificultad de la carrera, pero voy a esforzarme por mejorar».
3. Dejemos que se impliquen
Si queremos realmente desarmar al oponente (que, por si hay alguna duda, son nuestros padres), lo que tenemos que hacer es solicitar su ayuda.
Podemos pedir que nos ayuden a estudiar, que nos subvencionen unas clases particulares, que se queden con nuestro teléfono mientras estudiamos para evitar distracciones (bloqueado, por supuesto), que nos despierten todos los días a tal hora para estudiar…
Como nuestros padres nos quieren y son padres, les va a resultar muy complicado decir que no a una petición de ayuda de su hijo y nosotros, como viles gusanos estrategas, podemos aprovechar su debilidad (o amor) para reducir su enfado por los suspensos y, además, para obtener la ayuda necesaria para aprobar.
Eso sí, que al menos sea verdad que nos vamos a esforzar y que los resultados se vean en las recuperaciones; si no, estas estratagemas no van a funcionar para siempre.
¡Suerte!