Habilidades blandas, esenciales para tu CV
8 Abr 2022

Habilidades blandas, esenciales para tu CV

La formación es importante, pero los reclutadores no se fijan solo en los títulos académicos ni se centran exclusivamente en la experiencia. El éxito laboral se basa, sobre todo, en eso que llaman las soft skills.

Habilidades blandas

Las habilidades blandas son una combinación de características personales para relacionarse, comunicarse, trabajar en equipo, tener empatía… y muchas otras que complementan a las denominadas habilidades duras, las hard skills, como pueden ser la preparación académica y técnica.

Una asignatura más

Las habilidades blandas pueden ser innatas. Todos conocemos a personas que, desde la infancia, son encantadoras, caen bien, resuelven los conflictos hábilmente, no resultan conflictivas, ayudan a los demás, se sobreponen rápidamente a la adversidad… Ser así puede ser una lotería genética que venga de serie. También se puede forjar con una buena educación y cariño. Pero la buena noticia es que, si uno no ha resultado agraciado ni formado en habilidades blandas, también puede conseguirlas. Basta con entrenarlas.

¿Para qué sirven las habilidades blandas?

Las empresas saben que las personas equipadas con una buenas mochila de soft skills facilitan la interacción entre los empleados y generan buen rollo en los ambientes de trabajo. Las jornadas laborales no son ni parecidas a estar de vacaciones; a menudo resultan largas y estresantes, hay que afrontar retos difíciles, solucionar conflictos, negociar, tomar decisiones y ser proactivos, y en esas circunstancias, la peor pesadilla es rodearse de personas inflexibles, intolerantes o incapaces de relacionarse positivamente con los demás. La productividad de la empresa, como la de cualquier grupo humano, está relacionada con el bienestar de los empleados y eso solo se consigue con una adecuada gestión emocional.

¿Cuáles son las soft skills más demandadas?

Las personas con habilidades emocionales se conocen a sí mismas, se valoran, saben de lo que son capaces y dan lo mejor cada día simplemente porque sus logros y los de los demás les producen satisfacción. Nuestro top ten de las habilidades blandas es este:

1. Saber comunicarse

Las relaciones laborales son también relaciones personales: hay que saber hablar, convencer cuando se cree tener razón, ceder cuando alguien tiene una propuesta mejor, aceptar las críticas, gestionar problemas, pedir colaboración… La manera de comunicarse bien, oralmente y por escrito, se aprende, pero debe estar siempre modulada por el respeto al otro. Y no olvidemos que para comunicar hay que saber escuchar.

2. Trabajar bien en equipo

Establecer buenas relaciones con los compañeros, crear unidad para lograr un objetivo común y tener sentido de la cooperación antes que de la competición es una de las habilidades blandas más valoradas por los departamentos de recursos humanos. Durante la formación universitaria, hay muchas oportunidades para entrenarse en el trabajo colaborativo. No las desperdiciemos.

3. Ser flexible

Ya sabemos que el mundo es cambiante y que siempre nos pilla por sorpresa. Lo mismo nos cae una pandemia encima que una guerra. Lo que hoy nos sirve mañana ya no. Por eso, las empresas valoran la disposición a adaptarse a las circunstancias de manera ágil y quieren gente capaz de buscar soluciones creativas. El «siempre se ha hecho así» es un pensamiento dañino para las personas y las corporaciones, para el crecimiento personal y universal.

4. Tener empatía

Mostrar empatía no significa sentir lo que siente el otro, sino comprender sus emociones, y eso solo es posible si hemos entendido previamente las nuestras. Ser empáticos nos vuelve comprensivos incluso con quienes carecen de empatía.

5. Estar motivado

Los departamentos de RR. HH. saben que las personas motivadas son las más productivas, capaces de implicarse en su trabajo y disfrutar con los retos, gratificarse con la tarea bien hecha, no caer en el desaliento  y contagiar su entusiasmo a los demás.

6. Controlar las emociones

Todo el mundo puede tener un arrebato, pero controlar la ira es un ejercicio que, seguro, hemos tenido ocasión de practicar a lo largo de nuestra vida. Hay formas de decir las cosas sin dejarse llevar por una cólera repentina.

7. Vivir en tolerancia

La tolerancia es una habilidad emocional que no podemos fingir, sino que estamos obligados a sentirla profundamente porque es una cuestión de justicia humana. Tolerancia significa aceptar a las personas con diferentes culturas, acentos, nacionalidades, rasgos étnicos, preferencias sexuales o políticas, con discapacidad física o intelectual, ancianos o niños… Es importante entender que hay que respetar al otro y su diversidad.

8. Exhibir proactividad

Las personas que proponen soluciones antes de que aparezcan los problemas son las que más necesita una empresa. Si no tienes esta habilidad blanda, trabájala: no te acomodes en la rutina.

9. Tener ganas de aprender

El deseo de formarse no puede acabar al conseguir tu eTítulo. La curiosidad, el gusto por aprender cosas nuevas, adquirir diferentes habilidades y capacidades es una de las habilidades blandas que cualquier jefe de recursos humanos valorará y que nos ayudará a progresar en la carrera profesional.

10. Ética por encima de todo

La honestidad debe estar presente en nuestra vida dentro y fuera del trabajo. Las personas con un alto sentido de la ética son buenas para las empresas porque de ellas se espera lealtad y honestidad. Y eso engloba también el no participar en actividades que puedan dañar a otros y el denunciarlas cuando sea necesario. No miremos para otro lado.

Encontrar candidatos con la titulación requerida para un determinado puesto de trabajo no es difícil. Las universidades y los centros educativos titulan cada curso a muchos más de los que puede absorber el mercado de trabajo. Pero dar con personas que, además de la cualificación profesional, puedan exhibir habilidades blandas es mucho más complicado. Trabajemos por mejorar nuestras soft skills y añadámoslas a nuestro CV.

Volver a estudiar: cómo compaginarlo con el trabajo y la vida adulta
30 Mar 2022

Volver a estudiar: cómo compaginarlo con el trabajo y la vida adulta

Volver a estudiar después de un tiempo puede parecer imposible, pero ni es tan difícil ni requiere tanto sacrificio.

volver a estudiar

Cuentas pendientes o cuentas futuras

Puede ser porque lo dejamos antes de terminar y no conseguimos nuestro eTítulo universitario, porque no estudiamos lo que quisimos, sino lo que nos vimos obligados a hacer o puede que sea porque volver a estudiar nos va a permitir optar a un puesto mejor o conseguir el trabajo deseado. Lo cierto es que los motivos dan igual porque retomar los estudios siempre es una buena idea.

Si la primera vez que estudiamos las clases nos parecían un suplicio y los exámenes algo insoportable, veremos que la cosa ha mejorado bastante. No decimos que sea todo perfecto, pues los exámenes siguen siendo bastante insoportables, pero ahora las clases se hacen mucho más llevaderas e incluso divertidas.

Aprender cosas nuevas, asistir a clase o a conferencias, leer a autores que no conocíamos o profundizar sobre temas que nos interesan se convierte en algo apasionante de lo que, como adultos que tienen un objetivo claro, se extrae mucha más sustancia y se disfruta muchísimo más que cuando estudiar era más una imposición que una elección.

Conciliación

Cuando volvemos a estudiar es por un motivo, pero lo normal es que ya no podamos estar sin hacer ninguna otra cosa. El tiempo ha pasado y tenemos otras obligaciones y prioridades. A veces soportamos un trabajo absorbente o varios, a veces son cargas familiares…

El miedo a no poder compaginarlo todo, a saturarnos, a abandonar, puede hacer que nos echemos para atrás, pero si nos decidimos a volver a estudiar (ese es sin duda el paso más difícil en el que tendremos que vencer todos nuestros miedos y nuestra tendencia a quedarnos como estamos por si acaso), veremos que no es tan complicado ni tan duro como lo recordamos; que los grados son bastante asequibles y que con unas pequeñas modificaciones en nuestra rutina tendremos tiempo para todo.

¿Cómo se aprende a estudiar otra vez?

Uno de los hándicaps con el que podemos encontrarnos al volver a estudiar tras mucho tiempo de parón es el de haber olvidado cómo se estudia (o creer que lo hemos olvidado), y mientras los jóvenes tienen frescas todas sus técnicas (y sus cerebros), los mayores se encuentran con una capacidad para memorizar algo más mermada y con una leve falta de recursos a la hora de ponerse a hincar los codos.

Saber que esta situación se puede dar debe conducir a no tirar la toalla; el miedo se va a superar en cuanto se vean los buenos resultados de los primeros exámenes.

Lo que tenemos que hacer es suplir la falta de costumbre con interés, participación en clase, tomar unos buenos apuntes, repasar un poco cada día y aplicar las técnicas de estudio más útiles para cada uno. ¿Y cómo sabemos cuáles son? Pues siguiendo nuestro blog para recibir consejos semanales para hacer del estudio algo sencillo y eficiente y probando a ver con cuáles aprendemos mejor.

Lo principal es que encontremos el tiempo para asistir a clase y otro rato para estudiar, pero si no podemos hacerlo a diario, al menos sí deberemos dedicar más horas los fines de semana y, salvo que nos hayamos metido en un grado muy difícil, con ir a clase y repasar tres horas a la semana, lo vamos a sacar todo con buenas notas.

Todo se aprovecha más

Si hemos decidido volver a estudiar, será porque tenemos un objetivo claro. Por eso vamos a ver el aprendizaje como una ganancia, bien sea de conocimientos, bien sea para darle un valor añadido a nuestro currículo y así optar a un puesto mejor o, seguramente, ambas cosas.

La mentalidad ahora es otra y esas metas van a servir de motivación para que podamos sacar la energía necesaria para conciliar nuestra vida con los estudios.

Además, volver a estudiar cuenta con ventajas muy útiles que también nos van a facilitar las cosas como, por ejemplo, una mayor cultura general, más madurez mental, experiencia vital y laboral y, sobre todo, unas hormonas tranquilitas.

Pronto veremos que estudiar es una actividad apasionante y amena, que el placer de aprender cosas nuevas o el ver que trabajamos por conseguir las metas que nos hemos puesto va a hacer que estemos mucho más centrados que la primera vez y que nos sintamos muy realizados.

Hay que entender que cuando volvemos a estudiar tras mucho tiempo sin hacerlo el problema más grande con el que nos vamos a encontrar es con nosotros mismos y nuestro miedo al fracaso, pero si superamos eso, no vamos a encontrar ninguna dificultad insalvable en el camino.

 

 

Técnica de estudio: sé tu propio profesor en 4 pasos
22 Mar 2022

Técnica de estudio: sé tu propio profesor en 4 pasos

Aplicar métodos más eficientes al estudiar es uno de los secretos del éxito de todo buen estudiante y esta técnica de estudio nos va a ayudar un montón.

Memorizar sin entender nada

Un clásico de los exámenes es aprenderse los temarios como si fuésemos papagayos y olvidarlo todo poco después. La memoria es un buen recurso para aprender fórmulas, frases determinadas, listados, fechas, para poder hacer un acróstico y sacar el resto de lo que hemos estudiado con facilidad, etc., pero no sirve para entender ni, por lo tanto, para aprender.

Entender bien lo que estudiamos es esencial para que los conocimientos se asienten y sepamos utilizarlos en nuestro día a día y hacer buenas inferencias; en cambio, memorizar solo sirve para aprobar un examen y a veces ni eso porque es fácil quedarse en blanco si todo lo llevamos de memoria.

Lo ideal para que obtener nuestro eTítulo resulte sencillo y además nos convirtamos en buenos profesionales el día de mañana es que podamos combinar técnicas de estudio orientadas a la memorización (como la mnemotecnia) y otras técnicas dedicadas al aprendizaje, como es la que veremos a continuación y que consiste en darnos clases a nosotros mismos por mediación de unos alumnos imaginarios muy preguntones.

No solo es pensar en alto

Cualquiera que sea aficionado a mandarse interminables audios de WhatsApp con sus amigos en los que se comparten reflexiones sobre la vida y los pensamientos circulares del momento va a entender bien a qué nos referimos. Muchas veces, hasta que no decimos algo en voz alta y se lo contamos a otro, no nos damos cuenta de lo que pensamos en realidad y, sobre todo, no nos damos cuenta de hasta qué punto tenemos claro algo.

Esos audios también son, en muchas ocasiones, una forma de que nosotros mismos lleguemos a conclusiones a las que no habíamos llegado simplemente pensando en ello.

Pero para aplicar esta técnica de estudio no basta con pensar en voz alta sin más o recitar lo que estamos estudiando (que también es muy bueno para memorizar); lo que realmente hace que seamos capaces de llegar a conclusiones nuevas y de organizarnos mejor las ideas es el esfuerzo que hacemos al tratar de «traducir» nuestros pensamientos para explicárselos a otra persona, y ese es el quid de la cuestión.

¿Cómo aplicamos esta técnica de estudio?

1. Leer y subrayar

Lo primero que debemos hacer, como siempre, es leer tratando de comprender lo que leemos y subrayar las ideas más importantes separando las principales de las secundarias con un código de color.

No hace falta que lo hagamos con todo el temario de una vez porque puede resultar aburrido y hacer que perdamos la concentración. De hecho, es más recomendable que esta parte y las siguientes las hagamos dividiendo el temario en partes más breves.

2. Resumir o hacer fichas

Cada punto subrayado hay que resumirlo. Lo mejor es hacerlo en pequeñas fichas para que sinteticemos lo máximo posible y nos quedemos con lo principal. A la hora de explicar después, estas mismas fichas nos servirán como apoyo en los primeros ensayos.

Hay que recordar que los resúmenes deben tener unas «frases llave» que con solo leerlas podamos tirar del hilo de la memoria y, por eso, es muy importante que nos tomemos en serio la primera etapa de leer y subrayar.

3. Empieza la clase

Ahora que ya tenemos todo leído y resumido, empieza lo divertido: vamos a jugar a ser profesores. Hay que tomárselo como un juego de rol de verdad y así será más ameno y, por lo tanto, más eficaz, ya que recordaremos mejor una experiencia entretenida que una monótona.

Imaginemos que vamos a dar una clase y que tenemos que hacer que nuestros alumnos entiendan lo que acabamos de estudiar. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo se lo contamos? ¿En qué pondremos mayor énfasis? ¿Qué dudas pueden tener?

Todo este tipo de cosas debemos contemplarlas y tratar de explicar cada parte de la forma más clara posible. Pensemos en nuestras propias dudas o cuáles serían aquellas preguntas de nuestros alumnos que nos podrían poner en un brete si la clase fuese real.

4. Dividir y grabar

Al igual que hicimos con la lectura y los resúmenes, dividir las clases en fragmentos también nos resultará más ameno y será sencillo controlar qué partes llevamos mejor y cuáles tenemos que repasar. No se trata de dar una chapa de dos horas a nuestros pobres alumnos imaginarios, sino que será mejor si les vamos explicando punto por punto y nos aseguramos de que «lo entienden».

Además, grabar las sesiones nos va a venir genial para los repasos o para ponernos los audios cuando salgamos a correr o estemos limpiando la casa. Si hemos dividido las grabaciones también por puntos, será más fácil localizar aquellas que más necesitemos repasar o enfocar de otra manera para la siguiente «clase».

Ya veréis cómo esta técnica de estudio funciona y convierte el estudio en algo muy divertido.

 

 

 

 

La importancia de redactar textos claros para todos
10 Mar 2022

La importancia de redactar textos claros para todos

La cultura es un derecho humano y si creamos contenidos universitarios debemos hacer que nuestros textos se entiendan y puedan ser accesibles para todos.

textos

¿Accesible para todos?

Todas las personas deberían tener garantizado el derecho a la educación tal y como reza el artículo 26.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero no es así. Tampoco todas las personas tienen acceso a la cultura, a pesar de que según los artículos 22 y 27. 1 del mismo texto, son derechos que deben asegurarse.

Es evidente que necesitamos luchar por un mundo más justo e igualitario para que estos mandatos internacionales se cumplan en todos los territorios y, mientras avanza la legislación, una cosa que ya podemos ir haciendo (que ya deberíamos haber hecho hace mucho, de hecho) es garantizar el acceso de todas las personas a los contenidos culturales.

Las universidades son lugares donde se genera saber y cultura y su función, además de la de formar a sus alumnos para que saquen su eTítulo, consiste en, como decíamos, generar esos conocimientos a través de investigaciones, experimentos y creaciones y ofrecérselos al mundo en forma de publicaciones académicas.

Esto significa que las universidades tienen un valor fundamental en cualquier sociedad para alcanzar los ideales democráticos que comanda la Declaración Universal de Derechos Humanos como instituciones generadoras de cultura, pero (Houston, tenemos un problema) igual no lo están haciéndolo todo lo bien que deberían.

Emisor, medio, mensaje y receptor

A la hora de trasmitir un mensaje, es importante que tengamos en cuenta los elementos de la comunicación. Y sobre todo que entendamos cuál es su fin, que no es otro que el de que el receptor entienda el mensaje del emisor.

Imaginemos que vamos a una conferencia sobre las nuevas tecnologías que van a cambiar la industria del videojuego en los próximos años y la ponente, que es una verdadera eminencia en su campo, habla sin parar y durante hora y media en una lengua muerta. ¿Qué hacemos?, ¿aguantamos hasta el final?, ¿nos levantamos y nos vamos?, ¿tratamos de entender lo que dice con el traductor de Google de lenguas muertas?

Un texto mal redactado produce el mismo efecto en sus lectores por mucho que el contenido sea interesante y su escritor, un experto. Y, si bien algunos son más disciplinados y se quedan hasta el final intentando descifrar lo que dice el texto, la mayoría se levantará y se irá. O así lo harán al menos sus cerebros distrayéndose una y otra vez.

¡Es su culpa, la gente ya no se esfuerza por nada, el conocimiento requiere trabajo! Dirán algunos, pero no es verdad. La culpa de que los lectores no entiendan un texto mal redactado, es de la persona que lo redactó mal. Punto.

La meta de la claridad

Marco Fabio Quintiliano, retórico y pedagogo del siglo I, decía que La meta de la claridad significa no que pueda entenderse lo que decimos, sino que no pueda, en modo alguno, no entenderse.

Y si llevan 21 siglos diciéndonoslo, ¿por qué no cala? Pues por varios motivos: por replicar a otros que no han sabido escribir ni transmitir, por vicios adquiridos al leer textos con un lenguaje profesional (que no por ello correcto), por falta de interés y sobre todo por una causa que es especialmente irritante: por ego.

Nos encontramos con un sinfín de textos académicos absolutamente infumables que nos obligan a leer y releer y hasta nos generan ansiedad (sobre todo si nos van a entrar en un examen).

Son textos cuyo contenido es esencial y cuya forma es para echarse a llorar. Y son así porque están escritos por autores que decidieron que lo importante era sentarse en un trono de conocimientos en vez de pensar en compartirlos.

¿Y qué falla?

En estos textos que no se entienden falla la estructura, falla el empezar y terminar una idea, falla también el lenguaje rimbombante o la ausencia de comas y puntos que generan frases infinitas que nos matarían por hipoxia si tratásemos de leerlas en voz alta.

Y no se trata de no poner palabras complejas o técnicas, porque el lector puede fácilmente buscarlas en un diccionario, se trata de no escribir para parecer, sino para comunicar, se trata de contar lo que queremos de la forma más sencilla posible.

También hay un error muy clásico y muy fácilmente evitable en estos textos que es el uso de expresiones anafóricas.

Lo vamos a explicar con un ejemplo:

  1. Fuimos a comer a un restaurante, el mismo estaba en el margen de la carretera y el ruido de los coches al pasar por la misma se escuchaba desde el interior del mismo.
  2. Fuimos a comer a un restaurante, este estaba en el margen de la carretera y el ruido de los coches al pasar por esta se escuchaba desde el interior de este.
  3. Fuimos a comer a un restaurante que estaba en el margen de la carretera y el ruido de los coches al pasar, se escuchaba desde el interior.

Bien, una anáfora es una expresión vacía de contenido como «el mismo» o «este». Se usan para darle al texto un aire más formal o elegante y nos sale el tiro por la culata porque incluso la Real Academia las considera un error; son expresiones inútiles que enrevesan un texto y consiguen que hasta cometamos fallos de concordancia.

Suponemos que, tras esta explicación, no hace falta decir cuál de los tres ejemplos es el correcto, así que hagamos por que se nos quede esta máxima: «el mismo» y «este» anafóricos son el quiero y no puedo de las redacciones.

Las frases en las que hacemos incisos (entre paréntesis, entre comas o entre guiones) deben seguir teniendo sentido si quitásemos el inciso como se ve claramente aquí, y eso es algo que no siempre se respeta en una mala redacción, por lo que el lector pierde el hilo de lo que le estaban contando.

Lo terrible de estos errores es que encima nos parece que otorgan a la redacción un barniz elitista y nos sentimos bien porque creemos haber demostrado un altísimo nivel cultural, cuando lo cierto es que lo que hacemos es ponernos en ridículo e incumplir con ese mandato de la carta de DDHH que nos dice que la cultura debe ser accesible para todas las personas.

Indeseable desigualdad y el sistema Artext

Desgraciadamente, no todos podemos estudiar. No todas las personas que quieren hacerlo pueden permitírselo.

Si nuestra función es crear y difundir conocimiento y solo conseguimos hacer el 50 % de nuestro trabajo, lo hacemos mal. Los textos académicos deben ser democratizados porque son un bien de la humanidad y la humanidad debe poder leerlos y entenderlos.

El conocimiento no puede ser elitista, no puede ser otro muro infranqueable que separe clases sociales y haga que las diferencias entre humanos se acentúen.

Hay que democratizar la cultura de una vez y eso empieza por crear materiales comprensibles para todos y con ese espíritu nace, por ejemplo, la herramienta Artext que nos ayuda a redactar textos claros, permitiendo que podamos subir nuestros escritos para que nos indiquen cómo mejorar la redacción.

¿No es fantástico? Desde luego pensamos que todo trabajo universitario y todo artículo académico debería, sin lugar a dudas, pasar su filtro. Al menos, este tipo de iniciativas nos devuelven la esperanza.

¿Qué os parece?

 

 

 

 

 

 

 

No hagas esto en LinkedIn si quieres encontrar trabajo
2 Mar 2022

No hagas esto en LinkedIn si quieres encontrar trabajo

No vale solo con tener un perfil en LinkedIn, también hay que evitar hacer una serie de cosas que pueden perjudicar nuestra imagen.

 LinkedIn

LinkedIn es una red social estupenda para encontrar trabajo y hemos hablado varias veces de ella para daros consejos acerca de cómo tener un buen perfil que os facilite el hacer networking y contactar con empresas que puedan contratarnos. Es decir, hemos hablado de qué hacer, pero no de qué no hacer, así que allá vamos.

Imágenes inadecuadas

Parece obvio, pero no lo es tanto. Todos los usuarios de LinkedIn saben que no está bien poner esa foto tan divertida de aquella despedida de soltero en la que estaban disfrazados de pollo, pero no todos saben que esa foto en la que se ven bien y no están haciendo nada raro tampoco tiene por qué ser la correcta.

La ausencia de imagen tampoco es lo más aconsejable para esta red. Mucha gente argumenta que si en el currículo no se debe poner foto para que no nos juzguen por nuestra imagen, tampoco se debería poner aquí ya que esta red es como una versión más extensa del CV, pero aunque tengan parte de razón, una red social es una red social y a todos nos gusta hablar con una cara humana al otro lado, por lo que la posibilidad de hacer contactos se vería muy mermada si no ponemos imagen.

Una buena foto para nuestro perfil en LinkedIn es aquella en la que se ve nuestra cara (en un primer plano y que ocupe más de la mitad de la foto) y no una de cuerpo entero. Debe tener un buen fondo, una iluminación adecuada y en la que nuestra vestimenta sea la misma que llevaríamos a una entrevista de trabajo.

Tratarlo como a un cactus

Si los cactus son las únicas plantas que nos sobreviven en casa y hemos desarrollado una técnica infalible para que sobrevivan a costa de pasar de ellos olímpicamente, ya sabemos cómo no debemos cuidar nuestro perfil de LinkedIn si queremos que crezca y dé sus frutos.

Al menos deberíamos entrar una vez al día y publicar algo, interaccionar con alguien de nuestro sector y descubrir alguna nueva empresa a la que seguir. ¿Es mucho? No. De hecho hacer todo eso no tiene por qué llevarnos más de 10 minutos al día. ¿Cuánto tiempo pasamos en otras RRSS como Instagram o Twitter?

«Busco un currele chachi en LinkedIn que me dehe bivir»

Bajo ninguna circunstancia podemos permitirnos poner faltas de ortografía en nuestro perfil o expresarnos de forma coloquial. Una red para encontrar trabajo y hacer relaciones de interés laboral, no es un sitio donde poner burradas, memes o escribir mal.

En realidad, no deberíamos poner faltas de ortografía en ninguna parte, pero menos aquí que es una red en la que se busca causar una buena impresión y dar una imagen profesional.

Las patas cortas de las mentiras

Algo que no debemos hacer nunca ni en LinkedIn ni en ninguna otra parte es mentir sobre nuestros títulos o exagerar nuestros conocimientos. El perfil tiene que hablar bien de nosotros pero diciendo nuestras cosas buenas, no inventándonos que salvamos al mundo al conseguir desviar un meteorito que iba a colisionar con la Tierra. Vendernos bien es una cosa que se acepta (soy puntual, comprometido, responsable…), pero lo que no se acepta es que tengamos títulos académicos falsos o másteres inventados.

Hay que decir la verdad; una verdad bonita, pero no adornada.

Y hablando de títulos, si lo tenemos en formato electrónico, no hay que callárselo bajo ningún concepto, porque el eTítulo nos va a ayudar mucho a encontrar trabajo en una red internacional como LinkedIn.

Los nombres importan

Y por eso hay que cambiar la URL genérica de nuestro perfil y así facilitar que nos encuentren. Son detalles que quizá no nos parezcan importantes, pero lo son porque hablan de nosotros y de nuestro interés. Además, no es nada difícil, y solo hay que seguir las instrucciones que nos da la propia red.

Las opiniones y los gustos mejor no compartirlos

A nuestro futuro jefe le da igual si nos gusta el último disco de Beyoncé, pero seguramente prefiera que nuestras publicaciones versen más sobre el último avance tecnológico que mejora nuestro sector o que hablemos de cursos de formación que hacemos para ampliar nuestros conocimientos.

Lo que seguro que no le da igual es que pongamos nuestras opiniones políticas en LinkedIn, porque incluso si está de acuerdo con nuestra manera de ver las cosas, no querrá que su empresa se signifique y perder así a ciertos clientes potenciales.

Esto es lo que hay que entender: para entrar en el mercado laboral a través de LinkedIn hay que convertirse en alguien deseable para las empresas. Alguien que pueda representar su marca y por eso, cuanto más profesionales seamos y parezcamos, mucho mejor.